La goma de mascar, producto derivado de la resina extraída del chicozapote en la Península de Yucatán, ha conquistado el mundo en diversas presentaciones. Desde los clásicos caramelos suaves hasta las variantes en polvo, confitados, rellenos e incluso sin azúcar, esta golosina ha encontrado su lugar en la vida cotidiana de muchas personas.
Sin embargo, en medio de esta variedad, ha surgido una peculiaridad que ha llamado la atención: los chicles sin sabor, popularizados por Xóchitl Gálvez, la aspirante a ocupar la presidencia, respaldada por dos de los partidos más añejos y corruptos de México, el Revolucionario Institucional y el Acción Nacional (PRIAN).
Gálvez Ruiz ha hecho de dejar chicles en diferentes lugares una práctica distintiva. Desde las manos de sus asistentes hasta los estrados donde pronuncia discursos, las sillas de las que se cae, las mesas de trabajo donde no presta atención a sus interlocutores y un sinfín de lugares que mejor evito nombrar para no perturbar la lectura de usted, quien revisa estas líneas.
Estos chicles sin sabor se han convertido en un elemento recurrente en su presencia pública. Resulta curioso observar cómo, en las redes sociales, se concentra más la atención en los aspectos negativos relacionados con esta candidata que en sus propuestas políticas, y tal vez esto sea porque sus proyectos y planes de acción no llaman la atención de los votantes.
La presencia de Xóchitl Gálvez y sus chicles sin sabor han generado un debate peculiar en el ámbito político, y sí, el enfoque debería estar en los temas relevantes para el país más allá de las anécdotas llamativas, pero la candidata del PRIAN así se ha mantenido activa en la pública, a través de escándalos.
La candidata del PRIAN pasará a los anales de la política mexicana, no por sus propuestas o logros, sino por una singular anécdota: ser la candidata que masca muchos chicles, pero ninguno pega.
Su eclipsada trayectoria, la convirtió en un símbolo de lo efímero y poco trascendental en el escenario político.
A pesar de sus esfuerzos por destacar mediante malabares mediáticos, saltos, escándalo, gritos estridentes y denuncias sin fundamento, incluso llegando al extremo de transformar su imagen de diversas maneras, desde vestirse de indígena, empresaria, católica, hasta defender a su hijo en situaciones comprometedoras, su historia personal es una carga demasiado pesada de la que ningún truco publicitario puede liberarla.
El sabor amargo que deja su figura se queda en aquellos votantes, aproximadamente el 30 o 35%, que la respaldan como una líder capaz de gobernar.
Sin embargo, en la práctica, su comportamiento improvisado y su discurso carente de sustancia no hacen más que recordar a los políticos del pasado reciente, como Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox Quezada, Felipe Calderón Hinojosa o Enrique Peña Nieto, figuras que la sociedad ya ha demostrado estar cansada de ver.
En resumen, la candidatura de Xóchitl Gálvez deja un sabor agridulce en el paladar político mexicano, mostrando que, a pesar de los intentos por renovar la escena política, algunas figuras simplemente repiten los mismos esquemas del pasado, sin ofrecer una verdadera alternativa de cambio.