La Cuenca de México que contuvo millones de litros cúbicos de agua, hoy alberga una extensión superior por la actividad urbana, industrial y agrícola; pero permanecen las serranías que desde el cuaternario superior cerraron lo que fue el atávico valle.
Dentro del espacio de la Cuenca de México se asienta una concentración humana de 22.2 millones de personas (INEGI,2018) que para bien o mal, hacen de la Cuenca su centro de actividades que demanda de la naturaleza para su sobrevivencia: aire, tierra y agua.
La Cuenca de México, generosa y bella, ha sido utilizada más de 3 mil años y aunque en los últimos 503 años – la Conquista se concretó en 1521-, la explotación de los recursos ha ido en aumento y de manera desproporcionada a la respuesta de la naturaleza para reestablecer el equilibrio, por lo que ha llegado el momento de atenuar el gasto y el daño que se ha propiciado al aire, la tierra y el agua, tanto superficiales como subterráneas.
Se debe entender que la Cuenca de México es parte de un conjunto más amplio y complicado geográficamente, para poder acercarnos a una naturaleza que permita el uso sustentable de la misma y así asegurar al porvenir generacional la existencia de un lugar propicio para la actividad humana.
EL QUEHACER HUMANO EN LA CUENCA DE MÉXICO
Se puede considerar que la actividad de los antiguos pobladores de la Cuenca y mucho antes de la creación de la Gran Tenochtitlan, fue el equilibrio con el ambiente. La mano del hombre comienza a modificar el ambiente de los lagos de la Cuenca con la urbanización y las obras hidráulica mexicas para el control del flujo de las agua dulces y saladas. Es cierto que la cultura indígena tenía una estrecha y equilibrada acción con la naturaleza y en lugar de quitarle, le agregaba a través de un manejo cuidadoso de la tierra y el agua.
La cosmovisión mexica tenía dirigida su atención más en lo metafísico que en lo terrenal y tal vez por ese respeto a quien proporcionaba los recursos, no ambicionaba una explotación de la naturaleza, además de que no se poseía un avance tecnológico en gran escala similar al europeo.
Esta convivencia con el agua llevó a los mexicas a poseer un gran dominio geográfico, pero al mismo tiempo, estaba ligada totalmente a las superficies y corrientes acuáticas de la geografía del entorno.
La actividad de los mexicas era amplia y múltiple con el agua y toda su vida estaba imbricada con el elemento: separación de lagos dulces y saladas; canales de aguas dulces y residuales que se utilizaban en los cultivos, chinampas; calles o calzadas que fueron más diques y una extendida cultura de la flora, que permanece hasta nuestros días ya que no hay casa que no tenga alguna planta; la pesca y el uso de las sales, como el alga espirulina, en las playas lacustres; el transporte y comercio a través de los canales, así como el manejo de las miasma.
Esta conducta social, ecológica, no es de aparición espontánea, sino que tiene sus raíces en grandes culturas anteriores como la olmeca, la maya y la teotihuacana. Baste recordar que las chinampas tienen una antigüedad de 3 mil años en la Cuenca de México y la cultura azteca-mexica logró apenas menos de un siglo de permanencia dominante alrededor de los lagos. En fin, como las grandes culturas antiguas de América, Asia o África, los habitantes de la Cuenca de México miraron con respeto y devoción la inmensidad de la Naturaleza que nunca más volverá a pisar el hombre en condiciones similares a las de aquellos tiempos, al menos dentro de ese espléndido marco geo ambiental. (Lo vivimos ahora con la desaparición de los glaciales de la pareja del Iztaccíhuatl y Popocatépetl que eran costumbre mirarlos con sus extensas nieves hace unas pocas décadas. Nota del autor.)
Con una visión cultural excluyente, genocida y ecocida, la cultura europea logró enterrar en gran parte las prácticas económicas y sociales de los indígenas para implantar su propia visión del mundo a costa de millones de vidas (diezmó a la población de 25 a 2.5 millones de habitantes. (Nota del autor.) Lo que les permitió dominar no sólo la Cuenca de México, sino el destino de un continente.
La decisión española de destruir a la Gran Tenochtitlan para construir sobre las ruinas el centro del control político de la Nueva España, forzó a los conquistadores y nuevos dueños de la Cuenca de México, a convivir con un ambiente más acuático que terrestre a 2,240 metros sobre el nivel del mar. Esta convivencia fue tensándose en cada época de lluvias, al propiciarse la bajada de las corrientes de la sierra norponiente, donde se formaba el Río Cuautitlán, llevó a la nueva cultura dominante a pensar y pugnar por el desecamiento de los lagos que tantas perturbaciones causaban a la capital virreinal, además de imponer un control directo por tierra de los pueblos y su abastecimiento.
Ante las inundaciones del siglo XVI e impulsados por la desesperación, las autoridades virreinales convocaron a un núcleo científico de la época en busca de la respuesta que detuviera los riesgos para la capital y la salud de sus habitantes. El proyecto del desagüe de Enrico Martínez en 1607 dio comienzo a la nueva relación naturaleza-hombre en la Cuenca de México.
Así, la relación del agua con la cultura colonial europea estuvo llena de conflictos en dos extremos: abasto y desagüe.
En el abasto la complicación se da a partir de cubrir las necesidades humanas preindustriales y agrícolas. Se crean decretos de distribución y se acentúa el naciente problema del consumo de agua.
El desagüe crea problemas de salud al no existir la preocupación de disponer la infraestructura que evite la contaminación de las amplias superficies acuáticas que rodeaban a la virreinal Ciudad de México.
La terminación definitiva del Tajo de Nochistongo crea un paliativo al desagüe de la Cuenca de México. Esta abre el cauce que pensaba en aquel tiempo, sería la solución para hacer fluir el exceso del agua, a través de la Cuenca del Pánuco, hasta el Golfo de México.
Cientos de años después, el gobierno de la capital durante el porfiriato hizo suyo un proyecto que por fin aliviaría a la gran capital nacional, con la construcción del Gran Canal del Desagüe, que se inició durante la época de la Reforma y concluyó en 1900 con la inauguración del Túnel de Tequixquiac, también para encontrarse con el Río Tula y de ahí, por la Cuenca del Pánuco, hacia el Golfo de México.
La capital posrevolucionaria, con esa obsesión de los grupos económicos de hacer de la Cuenca de México el centro del poder de sus actividades, crece de manera desmesurada, sobre todo a partir de la década de 1960, construyendo una mancha de asfalto y concreto al ritmo de cada sexenio. El expansionismo urbano y el tejido industrial devoraron los suelos agrícolas. La sed de tierra se convierte en una desmemoriada acción que incluso lleva a la extensión urbana a treparse, de manera literal, a las faldas de todas las serranías y a extenderse sobre los lechos salitrosos, blandos y secos de la Cuenca de México. Con la excepción, afortunada, de la reserva natural protegida del Ex Lago de Texcoco en una extensión de 14 mil hectáreas.
Los negocios inmobiliarios han creado un cerco urbano que han roto los ámbitos gubernamentales y administrativos que conlleva como prioridad cubrir las necesidades de abasto y saneamiento para un porcentaje muy alto de la población total del país, que se concentra desde Pachuca hasta la actual alcaldía de Tlalpan y desde Chalco a Cuajimalpa o en otro eje oriente-poniente, desde Chignahuapan, Puebla hasta Villa Nicolás Romero, Estado de México. En una suma total de la superficie de la Cuenca de México de 9 600 kilómetros cuadrados.
EL FUTURO DE LA CUENCA DE MÉXICO
Los habitantes de la Cuenca de México miramos al futuro desconcertante de la escasez del agua y se percibe, se siente ya que se deben de aprovechar todas y cada una de las gotas de agua, potable o residual. Mirar hacia el futuro inmediato, donde es necesario que exista una nueva actitud hacia el consumo y disposición de agua residual, creará en la Cuenca de México, un uso inédito del agua que en una época llegó a ser un gigantesco espejo de 2 mil kilómetros cuadrados, que hemos convertido en una masa de materia asfáltica ya sea por el desperdicio, la contaminación y el desprecio hacia el ritmo natural del ambiente.
La Cuenca de México es un organismo que está herido y le toca a la inteligencia humana decidir sobre el destino doble que sobrevive en esta porción geográfica: el de la Naturaleza que se recicla para el beneficio de todos los organismos o el de la vida del hombre sobre este espacio en disputa por el agua.