El crecimiento del Distrito Federal (horrible nombre para un país que lo que le sobra son lenguas hermosas -incluido el español- como el nahuatl), hoy Ciudad de México, a partir de la década de los 60 fue impresionante. En las décadas posteriores lo que fueron los lagos del mundo indígena dentro de la Cuenca de México, se convirtieron en superficies de cemento y asfalto.
Enorme reto enfrentó el conjunto de la sociedad al darse el crecimiento industrial y urbano. Las autoridades de aquellos momentos, autorizaban la creación de núcleos de población y estos se multiplicaron como palomitas de maíz. Los límites de la capital mexicana fueron rebasados por construcciones irregulares sin la garantí de ningún servicio municipal. El gran ejemplo es Ciudad Nezahualcoyotl, hoy convertida en una ciudad muy habitable y con una cultura propia, que comenzó en medio del polvo en tiempos de secas y de lodo durante las lluvias. Nezahualcoyotl se convirtió en una espacie de ciudad-hotel en la que los trabajadores llegaban a dormir unas horas y después regresar a las fábricas en la zona de Vallejo y en los municipios mexiquenses de Naucalpan y Tlanepantla, como polos principales. Esto significaba atravesar el Distrito Federal desde el oriente hasta los municipios mencionados al poniente de la capital.
El problema del transporte se convirtió en una pesadilla social: obrera, empresarios y autoridades quedaron atrapados en la red de un transporte ineficiente y caro para la clase trabajadora, con los consiguientes retrasos y faltas al trabajo. Aunado a esto, el encarecimiento de las rentas y la posible compra de una casa dentro de la capital, se convirtió en algo imposible para cientos de miles de familias.
El gobierno federal inició entonces una obra urbana gigante: la creación de un transporte masivo de bajo costo y con la rapidez suficiente para atravesar al Distrito Federal de oriente a poniente a la altura del Centro Histórico. De la calzada Zaragoza a Chapultepec fue el inicio de operaciones de la Línea 1 en 1969.
A partir de este tren se trazó un plan maestro para el crecimiento de la red del Metro que hoy cuenta con 115 estaciones construidas de forma subterránea; 55 estaciones de forma superficial, 24 estaciones de manera elevada y 1 de forma sobre elevada conformando un total de 184 estaciones en la que atraviesan la Ciudad de México y 11 parte del Estado de México. Este sistema colectivo transporta a millones de personas todos los días y sus cifras, así como sus estadísticas son impresionantes.
Así el Metro de la Ciudad de México es la red que soporta el transporte público, siendo la referencia en la movilidad de la población capitalina y mexiquense. De esta última podemos mencionar que 59 de sus municipios forman la diadema que envuelve por el norte a la Ciudad de México. Se incluye a un municipio de Hidalgo. La mayoría de la población de los 59 municipios trabaja en la Ciudad ce México, lo que propicia una marea humana dentro del Metro que es muchas cosas a la vez: terror, espectáculo, estadística, anonimato, alivio, dolor, angustia, risa, silencio, ruido, etcétera.
Pero existe un gran acierto de carácter cultural que busca hacer más amable el paso por las estaciones del transporte: muchas tienen o poseen una temática científica, artística, histórica, deportivas que incluye también, presentaciones de grupos musicales en vivo. Estas estaciones son en sí museos y en ellas se encuentra una diversidad temática que es agradable. Por ejemplo, la estación Tacubaya donde murales alusivos a la cultura mesoamericana son de gran formato y muy bien terminados. Otros murales se encuentran en las estaciones Insurgentes, Chabacano, Copilco. La estación Zócalo-Tenochtitlan exhibe maquetas sobre como el centro de la Ciudad de México se ha ido modificando. En el metro Bellas Artes se conservan imitaciones de glifos mayas. En la estación La Raza se construyó un túnel de la ciencia. En la estación Mixcoac está instalado el Museo del Metro. En la estación División del Norte, de amplios y largos pasillos, están colocadas imágenes de los compositores mexicanos, mayormente de música popular. La cereza del pastel es el pequeño templo de Ehecatl en la estación Pino Suárez, donde también en su largo pasillo que conecta a la estación México-Tenochtitlan, existen múltiples librerías que ofertan su material todos los días. También existen pequeños murales en algunas estaciones como Universidad y Taxqueña. Hay muchas estaciones que tienen espacio para la exhibición de pinturas y esculturas.
Además, no podemos olvidar la ingeniería y la arquitectura en todo el sistema del Metro. Hay estaciones que son verdaderas hazañas de ingeniería y arquitectura como casi toda la línea 7 y más en las estaciones que se ubican al norte del ramal. La arquitectura de las estaciones Insurgentes, Candelaria de los Patos y San Lázaro es de llamar la atención.
Así, sumergirse o recorrer las estaciones a nivel de piso o elevadas son toda una experiencia en el Sistema de Transporte Colectivo, que conocemos en la Ciudad de México como el Metro. Sin más. Seguramente faltan estaciones que tienen ciertas particularidades, además todas, sin excepción, poseen en sus alrededores toda una dinámica impresionante de comercio y sobre todo de garnachas, tacos, tortas, tamales, pollos rostizados, carnitas, cantinas, hospitales, escuelas y todo lo imaginable en la dinámica social chilanga. Pero es bueno hacer del recorrido toda una experiencia que puede resultar única en cada uno de los días.