Debemos buscar el comienzo de todo,
de seguro, en la nube que reventó en lluvia aquella tarde,
con tan inesperada violencia que sus truenos
parecían truenos de otra latitud.
Alejo Carpentier
Cuando me preguntaban el motivo de mi viaje al centro de la tierra, inclusive en migración, mi respuesta sonriente era: Vengo en búsqueda de El Dorado. Así las razones de mi viaje tomaban un tono legendario, una razón más allá de la razón. Deseaba un verdadero viaje más allá de las pérdidas, materiales o sentimentales, más allá de cualquier esfuerzo que hubiera por hacer. Poco a poco me di cuenta de que seguía una ilusión que, como un reflejo, a su vez me empujaba impetuosa. Era sentir un llamado, empezar a seguir genuinamente los doce pasos…del “camino del héroe” pero. Inclusive adopté ¿o me adoptó? la forma enigmática de hablar de la región, como terminar de pronto una frase con la palabra pero.
Un día sucedió que, platicando con mi mejor amigo en alguna de nuestras caminatas por un antiguo aeropuerto olvidado, me dijo tranquilamente: “Yo nací en Ambato, después, cuando llegué aquí viví en El Dorado, está por el camino al Itchimbía ¿Te das cuenta? Los dos teníamos que llegar”. Me miraba tan fijamente que me atravesaba. Aunque hacía años que él había perdido la vista me describía lugares, comidas, direcciones y hechos mejor que si los estuviera observando con mis propios ojos. Así fue él desde que nos conocimos, por cierto, justo en el centro de la tierra. Continuamos conversando mientras caminábamos tranquilamente sobre la antigua pista de vuelo, a los lados restos de aviones eran devorados, también sin prisa, por la naturaleza.
El Dorado resulta ser un barrio de la ciudad junto a otros dos, la Tola y la Vicentina. Es una zona con casas pintorescas y vistas impresionantes de la ciudad por su antigüedad y lo elevado de su posición geográfica. Actualmente también hay hospitales, maternidades e instalaciones de la empresa eléctrica. Su nombre no es casual puesto que fue, justo de esa zona, donde partió la expedición de Francisco de Orellana en búsqueda de El Dorado, aquella legendaria Ciudad de Oro, en 1540. Y uno de los puntos clave es el Itchimbía.
Actualmente el Itchimbía es un parque botánico construido sobre un antiguo centro ceremonial prehispánico, de ahí que esté situado justo en la zona conocida como el barrio de la Tola. Una Tola es un tipo de montículo artificial de tierra y roca volcánica (cangahua) de usos rituales. Se han encontrado tolas en sitios de la sierra, la costa y la selva amazónica con una cronología estimada por algunos de hasta 3000 años A. C. El sitio actualmente alberga el singular Palacio de Cristal y permite una vista privilegiada de Quito. Es una cumbre tan alta que, en un día afortunado, se puede ver con claridad hasta el pasado. La variedad de plantas que ahí hay es extraordinaria, lo que permite entender que fue por eso que, desde tiempos prehispánicos era una zona dedicada a la curación, una especie de farmacia antigua; por ello, con el tiempo, se construyeron al pie de la Tola hospitales y maternidades.
Encontré un texto de Mario Vázcones apasionante sobre el nombre Itchimbía y sus posibles orígenes, muy probablemente mayas. Aquí fue donde me pregunté, sentado entre ancestrales plantas de maíz doradas y resplandecientes: ¿Dónde empezó realmente mi camino a El Dorado? Seguramente, en los Pasos Perdidos… truenos en alguna otra latitud.