Duermes una noche cualquiera al lado de tu pareja. Te despiertas azorado, algo está cambiando: a esa persona a la que amas, con la que convives en la cotidianidad se está transformando. No una transformación personal o espiritual, literalmente su cuerpo entero está cambiando en tan solo una noche… de su piel, alguna vez territorio conocido comienza a nacer pasto. Así de pronto, esa persona se va convirtiendo en un “algo” desconocido. ¿Un bosque? ¿Un árbol?
Como si esto no fuera suficiente, tú eres la única persona absorta con el cambio. El o la que se transforma se enorgullece de su vivencia única, su madre le cuida, le riega, le retira las hojas secas. Una máxima del arte, de la literatura… y sí… de la vida misma: un mismo hecho es percibido bajo muy distintas ópticas. ¿Cómo salvamos a quien amamos? Antes aún… ¿Esa persona quiere ser “salvada”?
Una madre se cuestiona el comportamiento de su hija. De principio la genética propia y en segunda instancia aquello con lo que vivimos a diario quienes criamos… ¿estaremos actuando bien? X o Y circunstancia o decisión… ¿estropearon o potencialmente dañarán de forma permanente a nuestros pequeños? ¿Si tuviéramos la posibilidad de volver al inicio, lo haríamos diferente? ¿Si pudiéramos diseccionar el ADN de esa personita y “quitarle” esos rasgos -nuestros o de la pareja- que nos cansan y nos fastidian… ¿lo haríamos?
Si una mañana -un más como todas: la pereza del nuevo día, el dejar el calor de la cama, ponemos la máquina de café y le pedimos a nuestra hija adolescente que se levante.. que si ya es hora, que se apure, que tiene un día de obligaciones escolares.
La hija no despierta y por supuesto hay molestia. Retahíla de regaños, monólogo sobre responsabilidades. Hasta ahí una mañana más. Y de pronto aparece la chica… en un lugar, y en otro, y en otro. No ha desaparecido, se ha multiplicado.
Estos y otros relatos conforman “La piel intrusa” de la argentina Yanina Rosenberg, integrante de esta nueva generación de voces femeninas jóvenes que están buscando su lugar en la literatura latinoamericana contemporánea.
A través de estos relatos, Rosenberg (Buenos Aires, 1980) plantea dimensiones paralelas, lo fantástico como una posibilidad a lo cotidiano; alternativas ¿fantásticas? a nuestras rutinas, a nuestros roles como parejas, madres, hijas, amigos. ¿Dónde se traza la línea que separa lo posible de lo imposible?
Los cambios que alteran nuestro cuerpo, nuestra casa, nuestra piel. ¿Cómo los vivimos? ¿Cómo los interpretamos? Esto es literatura, pero… ¿en realidad no es cierto que en todos habita una (o unas) facetas impensadas y posiblemente siniestras? O bien… cuando descubrimos que el otro- que no lo pensamos como tal por su cercanía con nosotros- el hijo, el esposo, la madre… es capaz de guardar secretos poco pudorosos, cometer actos de vileza o por lo menos con ciertos rasgos de perversión.
La piel intrusa está compuesto por 14 relatos. Es importante mencionar que no todos bien logrados, si bien hay relatos redondos y bien armados, hay otros donde el final a la “libre interpretación” cae en el exceso. Un debate siempre oportuno en las letras: ¿Cuántas lecturas son posibles de un solo texto? ¿Tantas interpretaciones como lectores haya?
El autor escribe con una idea en mente -al menos es lo que se espera como lector- las interpretaciones pueden variar de acuerdo a quién y cuando lo lea, pero estas han de ser finitas, salvo que se trate de un texto por completo surrealista o el autor haya fracasado al ejecutar su idea. Hay relatos en esta colección que no sólo son difíciles de interpretar – por no decir imposible- si no que llegan a carecer de coherencia.
Tal vez y sólo tal vez hubiera sido mejor publicar únicamente los cuentos realmente terminados. Lo que es cierto, es que no se ha de perder la pista de Yanina Rosenberg. Queda claro que es una voz que está en construcción y aún tiene mucho con lo cual intrigarnos y sorprendernos.