Experto en diseccionar la intimidad de sus personajes y en denunciar las apariencias y la hipocresía del mexicano, Luis Zapata se consolidó como un narrador de primera categoría en el siglo XX con un estilo literario innovador, e historias audaces y disruptivas. Sin embargo, la recurrencia de sus personajes homosexuales lo condujo al encasillamiento como “escritor de literatura gay” cuando su repertorio es muy amplio y sus tramas resultan más bien insólitas.
Hermafroditas, mujeres casadas, detectives, cantantes, bailarines aparecen como protagonistas de tramas conmovedoras, salpicadas de humor sarcástico y erotismo –fino, pero también explícito– en donde también pululan jóvenes efebos, hombres maduros, sexoservidores y travestis. El universo literario de Zapata (Chilpancingo, 1951 – Ciudad de México, 2020) es un contenedor de sorpresas a la vez que un espejo en donde se reflejan los convencionalismos sociales y el deseo de libertad de los seres humanos, independientemente de sus identidades sociales y sexuales.
Una de sus obras más celebradas es, sin duda, “De pétalos perennes”, novela enteramente escrita en diálogo, publicada en 1980 y llevada al cine por Jaime Humberto Hermosillo en 1982 con el título de “Confidencias”. Se trata de la historia de Adela, una mujer mayor de edad, casada y con hijos, quien se aprovecha de Tacha, su joven fámula, para convertirla en confidente, pero más tarde en cómplice forzada de sus deslices amorosos. La ambigua conducta de Adela muestra el clasismo, la hipocresía y el acoso laboral camuflados bajo una fachada de amabilidad y buenos sentimientos.
En pleno siglo XXI, una nueva versión teatral de este texto célebre permite apreciar su poder expresivo y la vigencia de sus denuncias. Aunque ambientada en los años 80, la historia sigue mostrando los prejuicios de clase y apariencias que persisten en la mentalidad mexicana, y retrata la sujeción y explotación de las personas sencillas o integrantes de pueblos originarios a merced de grupos sociales que se dicen guardianes de la moral y las buenas costumbres en nuestro país.
En un espléndido montaje escenificado en el teatro La Capilla, la primera actriz Isaura Espinoza da vida a Adela, esa mujer elegante y astuta que no duda en manipular a su ayudante como señuelo y cómplice de sus galanteos. Con la acertada dirección del creativo Alejandro Ramírez, Isaura Espinoza desarrolla una variedad de matices partiendo de la inicial actitud locuaz y ocurrente del personaje hasta llegar a su crueldad y sordidez final. La experiencia histriónica de la actriz coahuilense le permite recorrer la variedad de estados de ánimo de Adela y mostrarla como una señora que, al principio, está simplemente un poco desquiciada pero luego deviene un verdadero monstruo.
El personaje de Adela representa un reto actoral solo apto para grandes actrices pues implica representar la apariencia afable y cotidiana de una “señora bien” que se transforma frente al público en una personalidad decadente, extravagante y controladora, tanto moral como físicamente. Isaura Espinoza sale avante de ese desafío y marca un giro en su carrera al regresar al teatro con toda la energía de una primera actriz.
Cada escena muestra un giro en la actitud de la protagonista que avanza hacia el lado oscuro de su personalidad y profundiza en el estudio del carácter, al variar de lo sublime a lo abyecto. Por ejemplo, cuando habla de sus recuerdos de juventud, Adela menciona su flor favorita –idea que sugiere el título de la obra– con las siguientes palabras: “La gardenia es una de las flores más bonitas que existen y su perfume, uno de los más delicados. Yo, si fuera flor, me gustaría ser una gardenia, es la flor de la juventud, Tacha; sus pétalos son tersos y brillantes, su belleza es perfecta y duradera. A ti ¿qué flor te gustaría ser?” (Zapata, 1987, p. 161). Cuando Tacha responde que le gustan las rosas, Adela se burla de ella diciendo que tiene gustos demasiado simples… en cambio ella prefiere las flores de pétalos perennes.
En la escenificación, resta por mencionar la exquisita presencia de la actriz debutante Perla Caballero que encarna a Tacha en su actitud ingenua e inocente, más tarde cautelosa, pero finalmente objeto de manipulación. La digna réplica que Perla da a la protagonista –trabajo no sencillo ante la poderosa actuación de la experimentada Isaura– es muestra de su talento, disciplina y esfuerzo.
A tres años de ausencia de Luis Zapata, la revisión de uno de sus textos más emblemáticos vale todo el esfuerzo de ir al teatro en lunes. “De pétalos perennes” se escenifica a las 20:00 horas en el teatro La Capilla todos los lunes hasta el 11 de septiembre. Espectáculo provocativo y poderoso, para no perdérselo y aplaudirle de pie a Isaura Espinoza.
Referencias:
Zapata, Luis (1987) Melodrama. De pétalos perennes. México: Editorial Posada.
Zapata, Luis (1989) Este amor que hasta ayer nos quemaba. México: Editorial Posada.
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