Es común que los momentos de mayor reflexión sean aquellos que nos confrontan a situaciones extremas, generalmente relacionadas con el riesgo a sufrir daño o perder la vida, ya sea de alguna persona cercana o la propia.
Lección I
Esta ocasión, súbitamente, un familiar partió… ¿a dónde? No lo sé. Concluyo que parte de su destino depende de nuestra creencia; la otra parte, la real, la desconocemos. Lo que sí estoy segura es que en este plano no podremos encontrarlo más, al menos no en una forma física. Desde que tengo uso de razón, la iglesia, como institución, no “ha sido santo de mi devoción” -jajaja- .
Con sus contradicciones, ambivalencias, bloqueo ante la otredad e imposiciones del “deber ser” alineado a una moral que termina siendo falsa. Sin embargo, el tema de la fe es aparte.
Hoy, a poco más de tres décadas de existencia y de un modo más pacifista, valoro -y entiendo- en cierto grado la diversidad de creencias que hay en el mundo, las cuales de alguna manera ayudan a “sobrellevar” o “aceptar” la ausencia definitiva e ineludible de las personas.
Lección II
Fue en 2019 cuando conocí Pashupatinath en Nepal, el templo hinduista más antiguo de Katmandú; en este sitio, considerado como el principal centro de peregrinación y cremación en Nepal, diariamente incineran a decenas de personas que finalmente son arrojadas al río Bagmati, afluente del Ganges, considerado como sagrado tanto por hinduistas como por budistas.
Muchos metros antes de llegar a la orilla del río un olor penetrante perfora la nariz. Huele a muerte.
La experiencia de estar ahí es tanto enigmática como perturbadora. Un choque cultural.
Aun más sorpresivo es cómo las familias realizan su ritual sosegadamente: el cuerpo del difunto se lava tres veces en el río, posteriormente se coloca sobre la pira funeraria, con los pies dirigidos al sur, donde se incinera; por último, se arrojan los restos al río para su futura reencarnación.
Adoptar la idea de la trascendencia me parece uno de los elementos más clementes para la humanidad.
Así, la fe se postula como el ingrediente perfecto para definir si la transición energética será nuestro suplicio o la ambrosía.
En contraparte con el hinduismo, la religión católica, a pesar de plantear la idea del paraíso, se inclina por el sufrimiento. ¿Por qué lamentamos la vida eterna del ser amado si estará en un lugar pacífico en convivencia con el mismo dios? Una profesora que tuve en tercero de primaria diría que es egoísmo, sustentado en la siguiente interrogante: ¿qué haré sin esa persona? Quizá tenga razón.
Sin embargo, hay una luz al final del camino en el catolicismo. Y es que, en la búsqueda constante del ser humano por conocer la verdad del “más allá”, se han abierto camino diversas líneas de fe basadas en esta religión.
Lección III
De vuelta al tema del reciente deceso, me encontré con algo diferente el día del velorio. Grupo de personas uniformadas que, junto con la familia directa del difunto, bailaban con música en vivo mientras entonaban alabanzas de agradecimiento a dios. Cantos alegres mezclados con música regional mexicana, aplausos, abrazos, brincos. He de confesarlo: un shock para mí.
De ahí esta horda de pensamientos que al final me conducen a preguntarme ¿qué es mejor hacer con la muerte de otros? En este punto, estoy convencida que no importará si es catolicismo, budismo, hinduismo, judaísmo, adoradores de Rambo o la iglesia del monstruo del espagueti volador (existe en serio), siempre y cuando la fe elegida le otorgue sentido a nuestra cosmovisión.
¿y el Diazepam?
- En Madagascar, como parte de un ritual sagrado, se acostumbra a exhumar a los difuntos y bailar con los cadáveres para después enterrarlos nuevamente. El argumento está en que el espíritu de los muertos se encontrará con sus antepasados hasta que el cuerpo esté desintegrado en su totalidad. Mientras eso no ocurra, para el grupo Malagasi, seguirán perteneciendo al plano terrenal.
- Jhator, funeral celeste. Asia, específicamente algunas zonas de Mongolia, India, Bután y el Tíbet. Tras el deceso, como parte del ritual mortuorio, el Rogyapa (sacerdote budista) descuartiza el cuerpo y es ofrecido a los buitres como alimento. Con el paso del tiempo, cuando únicamente quedan los huesos, éstos se trituran y revuelven con harina para que las aves carroñeras continúen su labor. Esta práctica es de buena fortuna para el muerto, por el contrario, si las aves no lo comen es un mal presagio. Este ritual es considerado también como una forma ecológicamente sustentable, además de que contribuye a la cadena alimenticia.
- Diamantes y perlas. La evolución en la cultura funeraria nos permite en la actualidad convertir a nuestros difuntos en diamantes (Estados Unidos, España, Rusia y Ucrania -por el momento-), o en perlas (Corea del Sur). Ambos procesos pueden realizarse tras la cremación del cadáver y diversos procesos químicos. Así que, si cuentas con algunos miles de euros, puedes contratar alguna de las múltiples empresas que ya incluyen en sus servicios el envío de tu ser querido, ahora convertido en diamante, a cualquier parte del mundo.