De un tiempo a esta parte, me he desafiado en proyectos que me lleven a profundizar en mi (in)disciplina literaria y mis alcances como creador. Entre los cuentos y sus destinos improbables, y los textos que brotan del consabido debate entre las visiones opuestas que ciegan el mundo, me di a la muy satisfactoria tarea de fabricar, moldear, cincelar sonetos con lápiz, borrador, algunos papeles, mi ceño fruncido, los codos sobre la mesa y un diccionario de rimas online. Y todo por obtener dos cosas deseables, ya sea:
1) el generoso aplauso que me lleve a conseguir sin endeudarme lo de la renta o
2) la educada discrepancia y, hasta si quiere, debate, de cualquier persona.
Lo de “educada discrepancia” tengo que subrayarlo. El debate de ideas es sano para orear lo público, lo privado, lo general, lo particular y para considerar enfoques distintos y alcanzar visiones más amplias de cualquier cosa, para todos benéfico. En lo personal, valoro mucho el contexto crítico que ofrecen algunes, pues me da la esperanza para no soltarme a llorar o a encogerme de hombros ante el camino en que se encuentra perdido el pobre mundo.
Pero en realidad entrecomillé el término “educada discrepancia” porque no falta el inestable emocional que llega tirando las peores florituras del lenguaje contra mi persona sin absolutamente conocerme de ninguna parte y como si yo le hubiera machucado un juanete durante mi danza o, peor aún, como si mi danza, mi baile en mi modesto cuadrito de alegría o tristeza o análisis de la situación o debraye, mi baile 1-2-3-4, fuera el causante directo de la situación mundial y de los males generales de la población. O, no sé, en una de esas es mi barba, que les puede dar la impresión de que soy el mágico Santa Claus que no les llevó regalo. En fin, qué atrevida es la inestabilidad emocional.
Si de repente usted me ve lidiando con ellos, no pierda usted tampoco los estribos en mi defensa. Le agradezco el detalle, y se lo agradeceré más aún si ve que me atacan a balazos unos forajidos bandoleros. Pero online mantenga la calma conmigo, sobre todo porque yo tengo mi método de comprobada eficacia para tratarlos. Me la heredaron Sócrates, el ajedrez, saber reconocer las falacias lógicas y reírme mucho de mí y de usted y de este mundo cruel.
Traía preparado otro soneto, pero como se me amplió la introducción, tuve que cambiar el tema…
Soneto sobre la gente grosera del internet
Vulgar mensaje en la pantalla salta
que destruir mi autoestima fuerte quiere.
Ninguna de tales palabras hiere.
Sé que al otro un tornillo bueno falta.
La fractura cruel que su alma basalta,
es quien las largas groserías profiere.
Mi activo humor para lidiar prefiere
buscar una filosofía más alta.
Aplico pura socrática ironía,
al perturbado modulada acorde.
Mantengo paciencia por empatía:
Sé que trastabilla por el borde.
Ojalá trajera bella teoría
No la torpe grosería discorde.