Creer que se puede concebir la felicidad desde una ilusión, por más entusiasta que se lea, es el inicio inapelable de una vida de vacíos y desasosiego, consolidación de una vida desgraciada y genuinamente infeliz. La verdadera felicidad, con plenitud, se conseguirá únicamente si no omitimos ninguna señal de nuestro entorno, debemos apreciar todo con la visión más clara y cruda que podamos concebir de nuestra (por más desastrosa que sea), realidad.
Sí, por fatídico que esto se lea, la desdicha inicia con la fantasía, con supuestos que solo habitan en nuestra idílica, necesitada e insana mente; la desgracia se forja a partir de un concepto de felicidad sustentado en una utopía, todo aquello que de inicio nos provoque euforia y perdida de lucidez irremediablemente culminará en desgracia y dolor, los vacíos, las emociones alteradas, la dulce pero peligrosa etapa de enamoramiento detonan una serie de malas decisiones en la desesperante necesidad de volver a tener esa sensación de éxtasis que nos provoca la primera vez.
Drogas poderosas y adictivas como la sublimación de la persona desconocida, el deseo por la persona ajena o el atractivo con su elegante disfraz de amor a primera vista (encantador término), idealizando a alguien o algo. Justo así es como nos vamos envolviendo en una maraña de sentimientos y decisiones que justificamos con la búsqueda de la felicidad absoluta catalogada como amor, sumando a nuestra vida dolor que por haber sido edificado bajo los anteriores términos, rara vez se convierte en experiencia.
Pero tranquilicemos, no todo está perdido en cuanto a felicidad se trata, retomando la primera línea y con la certeza de que la felicidad plena no solo existe, sino que se encuentra al alcance de todos los que quieran de ella echar mano, les diré: la fórmula para su consolidación es la inversa de la ilusión junto con todos sus demonios definidos anteriormente; la felicidad plena únicamente se consigue manteniéndose en todo momento en la realidad y la certeza de lo que nos atañe.
Si en todo momento tenemos presente nuestra cruda realidad y quiero aclarar que por cruda me refiero a tangible, cierta y sin disfraces de ninguna índole; esta se convierte en el sendero para comenzar a ser feliz en el trayecto de nuestra vida de forma consciente, incondicional a nada ni nadie y sobre esta base no podrá existir una ilusión que nos haga desdichados, por el contrario, nos dará siempre la certeza de algo que sabíamos y teníamos claro, que aunque no fuese de nuestro agrado nunca perdimos de vista, pues estuvo en todo momento como una posibilidad, nos da cordura y sensatez transformándonos en seres reales con la capacidad de desarrollar y encontrar el amor necesario para toda nuestra existencia justo en el lugar donde existimos y con los seres que convivimos, la certeza sobre algo o alguien también trae consigo tranquilidad y si me permiten decirlo, a mí muchas veces me parece que la tranquilidad construye los cimientos de la felicidad.
Es imperante aclarar nuestras definiciones y no confundir propósitos con ilusiones o sueños, pues estos últimos carecen de fundamentos para desarrollarse, opuestos a los propósitos, que son determinaciones firmes para conseguir un objetivo alcanzable, un objetivo real, es por ello que ante toda nueva intromisión de alguien o algo (proyecto o trabajo) a nuestra vida, debemos iniciar con un determinado propósito y desechar la trillada idea del inicio de un sueño, las palabras deben consolidarse en acciones, es así que deben ser claras desde su pronunciamiento (base neurolingüística).
Por muchos años y en incontables fuentes, hemos concebido la idea de “consolidar nuestro sueños”, “ir tras nuestros sueños” o “convertir nuestros sueños en realidad”, sin embargo los sueños; y cito del diccionario de la RAE son un acto de representarse en la fantasía de alguien, mientras duerme, sucesos o imágenes; claramente estamos hablando de algo que no existe, el significado y peso de la palabra se ha desvalorado, acrecentando el riesgo de su mal uso y peor aún de su concepción, creyendo y pretendiendo crear algo que no es real y así es como se da rienda suelta a la ilusión, tan peligrosa y erróneamente adherida al concepto de felicidad y el amor.
Por el contrario, la certeza y la aceptación no da cabida a idealizar personas o situaciones y esto nos ayuda en principio a amarnos pues nos obliga a conocernos y con ello, amar genuinamente a otra u otras personas de forma real y equilibrada, sin la necedad de maximizar un sentimiento que de primera instancia no se puede medir por ser prematuro e inicial, por ende desconocido, es ir caminando un paso a la vez pero cada uno de manera firme pese a que el terreno sea sinuoso.
Para el caso de un proyecto u otra situación, la certeza y la aceptación nos amplían el panorama tanto de posibilidades como de oportunidades, desarrollando nuestra capacidad de solución y decisión, la lucidez no da cabida a modificaciones, permanecer o soportar mientras una situación o una persona cambia, pues el cambio de una persona que no seamos nosotros mismo es irreal, lo mismo que cualquier situación que no dependa única y expresamente de cada uno de nosotros, pero entonces ¿por qué insistimos en soportar esperando que esto ocurra?
Científicamente, el periodo de enamoramiento en una relación tiene una durabilidad de seis a ocho meses, periodo en el que la pareja desea estar o está en todo momento juntos, o lo que más permitan los respectivos tiempos, conversan, ríen y peligrosamente en muchos casos es cuando se sueña con ser, estar, tener algo en conjunto, calificando esto como un plan, aunque en la realidad no sea más que una ilusión, por ser edificado en un terreno nuevo y desconocido es así que al pasar el periodo de enamoramiento, señalamos el cambio de la pareja alegando que ya no es como solía ser, que la relación se enfría y que ya no le importamos más y eso mis apreciados, es reveladoramente lo opuesto a nuestra percepción, ese momento es justo cuando la lucidez nos arranca la fantasía de nuestra mente y muestra el terreno tal cual es, la realidad cruda y que siempre estuvo frente a nosotros.
No debemos exigir que alguien sea lo que nunca fue, las personas no cambian, solo las empezamos a conocer y el resultado es que las volvemos reales desnudándolas ante nuestra mente y eso, si no inició con plena conciencia, siempre traerá decepción a nuestra vida.
Todos hemos escuchado las siguientes frases, sin embargo y posterior a este análisis les pregunto, ¿En realidad las personas pueden lograr decepcionarnos?,
¿Es posible que una persona nos haga infelices?, ¿Existe la posibilidad de que nuestra suerte cambie? O más aún, ¿la suerte existe o solo es la afectación en el juicio de lo real?
La felicidad, la tranquilidad y la plenitud son totalmente alcanzables en nuestra vida siempre y cuando partan de la realidad, la razón y la sensatez, el pleno conocimiento de quienes somos es una guía para conocer al resto del mundo, ya sea para alejarnos o sumar esas vidas a la propia.