Dicen los tiempos que definió el Instituto Nacional Electoral (INE) que el 1 de marzo inician las campañas presidenciales. ¡Qué maravilla! Y que en este instante vivimos en un periodo especial denominado las inter-campañas.
¿Y usted sabe a qué se refieren con eso? Si nos lo explicaran sería un acierto, pues tanto el INE, como los partidos políticos inmiscuidos, no arrojan luz sobre el tema.
Ingenuo pensé que, en este breve espacio, nos ahorrarían a los audio-espectadores radiofónicos, lectores de periódicos o televidentes, toda la andanada de propagandas que transmiten, día y noche, cada hora en medios electrónicos, en planas de los periódicos nacionales y banners en los portales de internet que visitamos (¿qué tal te va con los spots previos a cada reproducción de los videos de YouTube?).
Pero no, oh calamidad. Aún escuchamos como matracas que no cesan todos y cada uno de esos repetitivos anuncios de cuál o tal partido, y algunos hasta con copia triple.
Y no lo tomen a mal, no porque esté en contra de alentar la participación ciudadana en las próximas elecciones que, a decir del propio Instituto, serán las más grandes jamás organizadas en la insipiente historia democrática del país. No.
Sino porque habrá que preguntarse, y lo hago con la cabeza metida en el fondo del barril de lodo, tratando de huir y no escuchar más nada de campañas, si todas esas repeticiones no terminan por convertirse sólo en ruido, en desperdicio que no incentiva la contribución ciudadana, el elemento clave en cualquier república que se constituye por elección popular.
En los pasados sufragios de 2018, donde resultó presidente Andrés Manuel López Obrador, hubo una votación cercana al 60% de la población. Vaya, del total de mexicanos registrados ante el INE, sólo dos de tres personas fuimos a emitir el voto.
En las intermedias, de 2021, disminuyó dicha participación, tal vez porque no estaba en concurso la misma presidencia y había pocas gubernaturas en disputa electoral.
¿Pero, por qué no sólo hacer una campaña de un mes, a lo mucho, tres meses, antes de cada elección?
¿Por qué preferimos más ruido y cacareo antes de entender propuestas y analizar planes de gobierno?
La respuesta parece que no es sencilla, pero se debe examinar desde las posturas de los actores políticos que sólo saben hacen campañas de un modo tradicional, apegados, unos al oficialismo y otros al ataque y la desinformación.
Tal parece que no les interesa explorar posicionarse como proyectos con estrategias efectivas que apelan a la inteligencia ciudadana.
La actual campaña presidencial lleva, por lo menos, seis meses. Comenzaron antes de las precampañas que sólo podían dirigir mensajes a los militantes de sus respectivos partidos, pero que todos escuchamos, leímos o vimos.
Ojalá que en el INE se discuta que tanta propaganda no es sana; que los partidos no usen los vacíos legales para “adelantarse” y llamarse antes de asumir candidaturas como coordinadores y que se obligue a los actores políticos a que nos brinden información sobre sus planes de gobierno, para que nos dejen de importar los figurines y nos empiecen a interesar más las propuestas.
En fin, por favor, menos ruido y más rock n’ rol.