El prestigio académico de Paco Calleja es indiscutible en el ámbito de la contaduría y las finanzas. Multitud de generaciones de estudiantes se han formado con sus enseñanzas en las aulas de distintas instituciones educativas a lo largo de 40 años. No conforme con su brillante trayectoria profesional, Paco Calleja decidió incursionar en el género narrativo para ofrecernos, además de una historia de misterio e investigación criminal, un homenaje a los dos personajes novohispanos más distinguidos de nuestra historia: Carlos de Sigüenza y sor Juana Inés de la Cruz.
Francisco Javier Calleja Bernal, autor de títulos como “Contabilidad1”, “Costos” o “Manejo del proceso contable”, decidió apartarse un poco de su trabajo académico habitual para dar cauce a su vocación literaria. Admirador de novelas policiacas al estilo de Agatha Christie y de tramas basadas en hechos históricos como “Los de abajo” de Mariano Azuela, Calleja quiso retomar a los personajes de la historia novohispana que considera poco estudiados y conocidos a pesar de su crucial importancia. Sin embargo, el autor se sitúa en el plano de la ficción para efectuar su aproximación a estas grandes figuras.
Así, con su imaginación se remonta al siglo XVII para encontrarse con sor Juana Inés de la Cruz en su convento de San Jerónimo, adonde la máxima poeta y musa décima compone versos y obras teatrales además de desempeñarse como la contadora del convento. Este detalle biográfico de la Fénix de América genera afinidad con el autor quien valora la habilidad de Juana Inés para llevar los libros de gastos y débitos sin descuidar su sensibilidad literaria.
La otra personalidad que sedujo al académico fue el mexicano Carlos de Sigüenza y Góngora, profesor de matemáticas de la Pontificia Universidad de México y cosmógrafo de la ciudad. Sigüenza fue, a todas luces, un genio incomprendido: expulsado de la orden de los jesuitas, reducido a ser el capellán de un hospital humilde y excluido de los círculos de influencia cortesana. Sin embargo, Sigüenza elaboraba las efemérides anuales –como en su momento lo hizo el genial Enrico Martínez– estudiaba sin cesar el cosmos y se dio a la tarea de refutar las supersticiones asociadas al paso de un cometa, enfrentándose por ello al padre Eusebio Kino –y a la propia sor Juana quien alabó el genio del astrónomo italiano.
“Los escorpiones en octubre” alude justamente al signo zodiacal de un par de asesinos, de signo Escorpión por la fecha de su nacimiento, evocando el conocimiento astrológico de Sigüenza. Tanto Sigüenza como sor Juana conocían las teorías astronómicas de su época en que los científicos luchaban por erradicar la idea errónea –bíblica– de que la Tierra era el centro del universo, pregonando discretamente el heliocentrismo que tan caro le costó a Galileo Galilei. Sor Juana evocó los signos zodiacales y el heliocentrismo en un poema dedicado a José, el hijo primogénito de los virreyes marqueses de la Laguna, y Sigüenza escribió varios tratados de astronomía como la discutida “Libra astrológica”. Pero ninguno de los dos pudo darse el lujo de usar la astrología judiciaria, es decir, las predicciones del futuro basadas en los astros pues ese conocimiento estaba gravemente penado por la Inquisición.
Más allá de esas precisiones, en “Los escorpiones en octubre”, el personaje de Sigüenza se muestra como un astrólogo diestro que puede usar a su favor el conocimiento cósmico para identificar las intenciones de los criminales. Apoyado por su amiga Juana Inés, Sigüenza responde al llamado de la virreina María Luisa –la admirada Lysi– para investigar un crimen. Un conde acaudalado ha sido encontrado muerto en su propia biblioteca sin signo alguno de violencia y la justicia del virrey ha sentenciado que se trata de una simple muerte natural.
Es aquí donde interviene la máxima inteligencia de la época: la monja poeta también reconocida por sus conocimientos científicos –de matemáticas, música, herbolaria, astrología y mitología, entre otras ciencias– y el matemático heterodoxo, genio que habla solo por las calles, pero también cosmógrafo reconocido tanto en la Nueva España como en la Europa.
Sor Juana, liberada de su convento gracias a la imaginación de Paco Calleja, y Sigüenza, clérigo totalmente libre para recorrer calles y plazas de la imperial Ciudad de México, se dan a la ingrata tarea de investigar un crimen en el cual se conjunta el misterio de un insólito método criminal con la cruel ambición y venganza de los allegados a la víctima.
“Los escorpiones en octubre” es una novela que se disfruta de principio a fin gracias a la habilidad narrativa de Paco Calleja que combina escenas de los distintos personajes, avanzando en la descripción del criminal al tiempo que progresa la investigación de los genios novohispanos. Es importante señalar que sor Juana ocupa un digno papel secundario para dejar como protagonista a Carlos de Sigüenza quien se encarga de las averiguaciones prácticas in situ y los careos más peligrosos, a riesgo de su vida.
Esta aproximación nos permite apreciar más de cerca la personalidad del matemático: un hombre inteligente y cuidadoso que todo el tiempo anota datos en sus libretas, a la vez que descuidado en su persona y su salud –no come bien, llega tarde– y ambiguo para tratar con la autoridad. No es para menos cuando Sigüenza tenía que responder al misógino arzobispo Francisco de Aguiar y Seijas, azote de las órdenes religiosas de la época, responsable del despojo de la biblioteca de sor Juana y reconocido por su fanatismo a ultranza.
Aunque la trama de “Los escorpiones en octubre” es fantasiosa –puesto que en la vida real sor Juana no podía abandonar su convento y Sigüenza no hubiese intervenido en una causa criminal– nos lleva a apreciar detalles del mundo novohispano como el contexto cultural y religioso, usos y costumbres de la época y otros personajes distinguidos como Juan Ignacio Castorena y Urzúa, que era solo un joven discípulo de las tertulias sorjuanianas y luego se convertiría en editor y obispo de Yucatán.
Un detalle de la narración que no se puede pasar por alto, conociendo la trayectoria académica de Paco Calleja, es el último libro que leía el hombre asesinado: “Summa de Arithmética, Geometría, Proportioni et Proportionalitá” del matemático italiano Luca Pacioli, texto precursor de la contabilidad actual. Un libro escaso, puesto que solo había un par de ejemplares en la Nueva España, y tan importante que Sigüenza se lo apropia después de resolver el caso. Paco también se apropia narrativamente de este volumen.
Otra coincidencia que une al autor de esta novela con sor Juana, además de ser ambos contadores, es la homonimia del apellido del primer biógrafo de la musa décima: el jesuita madrileño Diego Calleja, quien aparentemente intercambió correspondencia con Juana Inés y pudo así escribir la primera reseña biográfica publicada en “Fama y obras pósthumas” (1700) a pedido del editor de este volumen, Juan Ignacio Castorena y Urzúa. A semejanza de aquel Calleja, Paco Calleja nos ofrece también rasgos de personalidad y detalles a considerar de nuestra máxima escritora –hoy mexicana y, de alguna manera, se suma a la genealogía de Callejas que respaldan la trayectoria de la décima musa.
“Los escorpiones en octubre” sigue la impronta de novelas como “La sangre y la tinta” de Óscar de Muriel –otra ficción donde sor Juana y Sigüenza también resuelven intrigas criminales– o “Catalina mi padre” de Gloria Durán, que también extrae a sor Juana del convento para esclarecer más bien intrigas familiares y personales. Todas estas obras representan esfuerzos por apropiarse de estos personajes nuestros y que, coincido, están bastante alejados de nuestra actualidad y especialmente de las nuevas generaciones.
Salve Paco Calleja por esta tu hermosa y divertida novela, y esperamos la siguiente entrega puesto que aun quedaron misterios sin resolver en “Los escorpiones en octubre”.
Bibliografía
Calleja, F. (2016) “Los escorpiones en octubre”. Madrid: Rubeo
Durán, G. (2004) “Catalina mi padre”. México: Planeta.
Muriel, O (2019) “La sangre y la tinta”. México: Penguin Random House.