Resignificar la novela como instrumento de diversión, pleno de ingenio y hallazgos del lenguaje, pero también como herramienta de reflexión sobre la vida actual, la soledad y la muerte es lo que logra el peruano Gustavo Rodríguez en su premiada novela “Cien cuyes”. Sorteando la dificultad que implican los regionalismos y las alusiones a referentes locales del Perú, el autor logra construir una historia universal, plena de significado, en que destacan temas cruciales como la longevidad del hombre actual, el libre albedrío y la solidaridad.
En este complicado escenario del siglo XXI, nada parece asombrar al lector–espectador que acostumbra a revisar cotidianamente las redes sociales evanescentes y efímeras donde suele presenciar, con mirada impasible, cientos de historias trágicas, cómicas o frívolas plasmadas en millares de videograbaciones, fotografías o micro narrativas –mensajes de WhatsApp o posteos de Instagram. A ese individuo actual, ensimismado e indiferente, le hacen falta historias conmovedoras que despierten su sensibilidad e imaginación ayudándole a recuperar el sentido trascendental de la vida.
Este efecto prodigioso logra “Cien cuyes”, novela ganadora del premio Alfaguara 2023, cuya fantasiosa trama de humor negro desata una preocupación genuina por la vida que vivimos y el destino que podríamos enfrentar. A pesar de tratarse de una historia ubicada en Lima, Perú, plena de alusiones a lugares, personas y alimentos de la localidad, su ritmo narrativo y las emociones que despierta no terminan sino hasta su última página. Gustavo Rodríguez, maduro escritor peruano con experiencia en tramas complejas y disruptivas como “Treinta kilómetros a la medianoche” (2022), traslada a “Cien cuyes” algunos episodios de su propia vida y los adapta a un escenario de ficción, aparentemente inocuo, que poco a poco resulta escalofriante y real.
La novela trata de una enfermera que se dedica a cuidar ancianos, ayudándoles en su triste rutina diaria, en que la soledad, el dolor y la cercanía inminente de la muerte son elementos cotidianos. Eufrasia Vela vigila eficientemente a sus viejecitos supervisando la ingestión de medicamentos, las horas de comida y de sueño, o la higiene. Sin embargo, algunos de ellos comienzan a buscar un apoyo más contundente de su parte pidiéndole que les ayude a morir.
En un mundo tecnologizado donde predominan la vorágine laboral, la globalización –que lleva a la gente a reubicarse lejos de su terruño– y las necesidades económicas, los viejos dejan de ocupar un lugar relevante en el escenario social. El padre, la madre o los abuelos pueden ser localizados a través de una videollamada o una sesión de Zoom, así no hace falta estar físicamente cerca de ellos para “mantener el contacto”. Esta es la situación que vive doña Carmen, cuyo hijo vive en otro país, sus amigos y familiares más cercanos han muerto y ella se encuentra, esencialmente, enferma y sola. Para colmo, la vista al mar que tenía desde su apartamento, en un barrio elegante de Lima, ha sido cancelada por la construcción de un rascacielos. Así, doña Carmen vive literalmente en la oscuridad del invierno de su vida.
Una idea luminosa surge en la anquilosada mente de la anciana. Eufrasia Vela podría hacerle el gran favor de matarla. Como otro servicio cualquiera, este se le remuneraría bien y la discreción estaría más que asegurada ante la ausencia de amistades que frecuenten a doña Carmen. Solo habría que convencerla y decidir el método…
Estos son algunos antecedentes del capítulo inicial de “Cien cuyes”, novela que narra las peripecias de Eufrasia Vela en su singular carrera de generosidad criminal. El personaje comenzará a ser reconocido por su audacia y no pasará inadvertido para otras muchas personas en la misma situación como un llamado club de los Siete Sabios, grupo de ancianos recluidos en un asilo. Más allá de la vertiginosa trama plagada de humor negro y episodios satíricos y divertidos, el lector se enfrenta con emociones profundas relacionadas con su propia experiencia vital. En principio te cuestionas: ¿cómo tratas a los viejos? ¿Dónde están tu padre, madre o abuelos? ¿Los frecuentas, sabes de su vida cotidiana? ¿Los quieres?
Si surgen respuestas positivas y abundantes a estas cuestiones, no hay razón para sufrir. Pero, en segundo lugar, la novela te plantea una pregunta más fuerte aún: ¿tú qué piensas hacer si llegas a ser viejo? ¿Tienes dónde vivir y quién te cuide? ¿Temes a la enfermedad o a la muerte? ¿Cómo visualizas tus “años dorados”? ¿Crees en la vida eterna o eres agnóstico?
Así, “Cien cuyes” deja de ser solo un texto divertido, audaz y mordaz, para convertirse en un instrumento de reflexión profunda. Hoy día, pretendemos vivir una larga vida, la expectativa ha aumentado gracias a las tecnologías médicas, el ser humano busca la nutrición, la juventud perenne y la buena salud. Entonces, en el mejor de los casos, muchos llegaremos a ser viejos. Y así, considerando los mismos parámetros de la vida actual, ¿qué nos espera?
El lenguaje de Gustavo Rodríguez aderezado de peruanismos no hace sino incrementar la emoción que desata la novela. El título “Cien cuyes” plantea la incógnita principal a los lectores hispanoamericanos no acostumbrados a degustar el cuy, roedor que en México llamamos hámster, que en latitudes andinas se cría como alimento. Pero más allá del dato gastronómico, ¿qué significa este título zoomorfo en la trama? Eufrasia Vela explica que el cuy representa la economía boyante de un agricultor o ganadero:
–Yo tenía un tío…– tanteó.
La anciana observó expectante.
–Un tío que quise mucho.
Doña Carmen la alentó con la mirada.
–No sé por qué… pero siempre me acuerdo de algo que dijo.
–Qué cosa.
–Que bastan diez cuyes para empezar un negocio.
(Rodríguez, 2023, p. 87)
En el Perú, un cuy es un platillo especial y caro por lo que una decena de cuyes representa una pequeña fortuna, no se diga un centenar. Eufrasia Vela aspira entonces a generar una remuneración equivalente a cien cuyes la cual podría garantizar el futuro de su pequeño hijo y de su hermana, trabajadora urbana tan humilde como ella. Eufrasia se enfrenta a la disyuntiva de realizar acciones moralmente cuestionables que además son penalizadas por la justicia –humana y divina– pero que resultarían liberadoras para los ancianos en situación extrema de dolor y sufrimiento.
Quizá en un futuro no lejano, las acciones que ejecuta este personaje paradójico, que transita de la compasión a la brutalidad, dejarán de verse como algo cruel y pasarán a formar parte de prácticas cotidianas y legales. Ya se practica la eutanasia como un derecho en algunos países del mundo, pero es totalmente contrario a los preceptos del imaginario religioso, en este caso, católico como el que se mantiene en Perú o en México.
Eufrasia Vela demuestra una nueva moralidad que combina la solidaridad y el pragmatismo en un contexto donde predomina la deshumanización, pero donde la narrativa sigue siendo moralizante y prejuiciosa. Sin olvidar que se trata de un personaje de ficción, Eufrasia es capaz de desatar el debate.
El autor Gustavo Rodríguez, nacido en Lima (1968), ha experimentado no solo con la narrativa sino con otros lenguajes propios de la actualidad ya que tiene un podcast titulado “Machista con hijas”. El reconocimiento otorgado al peruano, XXVI Premio Alfaguara de novela fue decisión de un jurado presidido por la prestigiosa escritora argentina Claudia Piñeiro.
En su reciente vista a México, Rodríguez dijo que la trama de “Cien cuyes” fue inspirada por la enfermedad terminal de su suegro. Sin embargo, el peruano se explayó al consignar sus propias percepciones e intuiciones sobre la longevidad y la muerte.
“Trato temas un poco densos a los que no se les quiere plantar cara pero que se tratan con ternura y candor. Es una metáfora sobre el cuidado a los viejos y el valor de la dignidad humana”, dice Rodríguez.
Una novela que podría ser un clásico, para no perdérsela.
Entrevistas con Gustavo Rodríguez
CNN
https://www.youtube.com/watch?v=ypBo_Cv8uHY
Penguin libros
https://www.youtube.com/watch?v=-7m8id3buBk