Cuatro Ciénegas, Coahuila, década de los años 20 del siglo pasado. El remoto mineral de Ocampo –conocido como La Reforma por el nombre de su mina más famosa– se encontraba en su momento de mayor producción ya que se extraían grandes cantidades de plata y otros minerales y metales que se trasladaban para procesarse en las compañías de altos hornos de Monclova y Monterrey.
En la ermita de La Reforma, dedicada a la virgen de Guadalupe, hacía falta cierta imagen de la virgen María. Los vecinos querían para su templo una representación de la Purísima Concepción de María en alusión al nombre de la sierra La Purísima, cadena montañosa donde está enclavado el pueblo. La gente hablaba de comprar la imagen en alguna casa de artículos religiosos de la región, pero Rafael, el maestro de la escuela primaria del pueblo, sugirió que sería mejor mandar a fabricar la escultura en vez de comprarla ya hecha.
La gente se sorprendió con la propuesta de Rafael. ¿Quién podría crear una imagen religiosa desde cero? ¿Cuánto costaría ese capricho? ¿Cuánto tiempo podría tardar ese pedido?
Rafael les explicó que él provenía del pueblo Cerro de San Pedro, San Luis Potosí, y había sido educado por un sacerdote, el presbítero Alfonso Sosa. Por eso, tenía contacto con escultores que fabricaban imágenes religiosas en la capital potosina, ciudad reconocida por sus numerosas iglesias y su fervor católico. Él mismo había comprobado la calidad de los artistas y la rapidez con la que atendían pedidos, además de que se ajustaban a diferentes presupuestos.
La idea fue tomando forma: una virgen exclusivamente diseñada para la iglesia del ya célebre mineral de La Reforma sería signo de su prosperidad económica y, además, detonaría sentimientos de apropiación y orgullo entre los fieles del pueblo. Así, por medio de cartas y telegramas, Rafael se comunicó con el escultor Manuel Vela y le pidió el costo a cubrir para realizar el proyecto.
Para orientar el trabajo artístico, Rafael concibió una siguiente propuesta: seleccionar a una niña del pueblo como modelo de la imagen, medir su estatura y complexión, y hacer dibujos de su rostro para incrementar la conexión de la escultura con los pobladores de La Reforma. A los vecinos les encantó la idea pues no solo sería “la virgen” sino “su virgen”.
Entre las niñas convocadas para escoger a la modelo estaba María Auxiliadora, sobrina de Rafael –hija de su hermano Nicanor– de 14 años, quien sería finalmente la persona elegida. Quizá Rafael tuvo preferencia por ella al tratarse de su familia, pero también se dice que María era una chica muy linda. Además, era una joven servicial que ayudaba en la alfabetización de los niños y montaba a caballo para llevar y traer encargos por lo cual era reconocida en el pueblo. Asi, se tomaron las medidas de María y se dibujó su rostro; toda la información se le envió a Manuel Vela a San Luis Potosí.
Fue en el año de 1928 cuando llegó al remoto mineral de La Reforma una hermosa imagen de la virgen María en su advocación de la Purísima Concepción. Iba cuidadosamente empacada en una caja de madera y había sido trasladada a lomo de mula por las escarpadas brechas de terracería que conducen al pueblo.
La Purísima Concepción fue entronizada en la ermita del mineral con la excepcional celebración de la santa misa –ya que el cura no subía hasta allá frecuentemente– y una fiesta popular en la plaza del pueblo con castillo de pólvora y romería incluidos. Tal como se había previsto, la gente se apropió de la imagen y comenzaron el rezo de rosarios, las peticiones por la salud de los enfermos y la colocación de “milagritos” en las paredes del templo.
Años después, la bonanza de La Reforma decayó. Sobrevino una ruptura entre el sindicato minero y la empresa propietaria de la mina que, entre otras situaciones, determinó su clausura total. Los pobladores se vieron en la necesidad de emigrar a otros lugares de Coahuila. Rafael se llevó a su familia a Lamadrid y, para 1938, ya estaban viviendo en Saltillo. Hacia el año de 1958, la mina La Reforma se cerró para siempre.
Algunos vecinos del mineral fundaron un pequeño poblado en el valle contiguo a la sierra La Purísima, hoy conocido como el ejido Reforma. Ahí, en un sencillo templo de adobe y techo de lámina se encuentra hoy la virgen que alguna vez iluminó con su singularidad y presencia la pequeña ermita del antiguo pueblo minero.
Visitar a la virgen
Era la Semana Mayor de 1996. Aprovechando los días de vacaciones, mi papá José Armín propuso realizar un recorrido por varias regiones del estado de Coahuila. Yo tenía la inquietud de conocer la célebre Zona del Silencio mientras mi padre quería visitar los sitios de su infancia: Monclova, Lamadrid, Cuatro Ciénegas y especialmente las ruinas del mineral de La Reforma.
Con algo de esfuerzo, incluimos todos los puntos de interés en el itinerario y nos dispusimos a hacer el viaje. Coahuila esconde sitios prodigiosos en la inmensidad de sus llanuras desérticas, la lejanía de sus montañas y la claridad de sus manantiales. Se trata de lugares muy recomendables para quienes gusten del ecoturismo y soporten el clima caluroso. Fue uno de los viajes más destacados e irrepetibles de mi vida porque llevaba un guía de lujo que era mi papá.
En la visita que hicimos a las ruinas de La Reforma, mítico pueblo familiar, pude apreciar la distribución de las casas habitación, el trazo de las calles, edificaciones como la escuela “Artículo 123” en donde había impartido clases mi abuelo Rafael, y muros de las instalaciones mineras donde se recibían los vagones y se lavaba el mineral. Se conservaban algunas estructuras metálicas como las ruedas del malacate (mecanismo que servía para subir y bajar los vagones desde la mina, situada mucho más arriba, en la montaña), tanques y vigas. Fue emocionante y conmovedor estar el sitio donde alguna vez vivieron mis abuelos Rafael e Ignacia, y donde nacieron nueve de mis tíos, hermanos y hermanas de mi papá (solo él había nacido en Saltillo).
Al bajar de las ruinas, fuimos a conocer el pequeño ejido Reforma. Eran unas pocas casitas distribuidas en unas cuantas de calles de tierra. Mi padre ubicaba a las autoridades ejidales del lugar y pasó a saludarlos. Solicitó que nos abrieran la pequeña iglesia del pueblo y ¡oh maravilla! Ahí estaba resguardada la virgen, la Purísima Concepción de La Reforma.
Su belleza era inefable: piel pálida, mejillas sonrosadas, nariz griega, ojos entornados. Rasgos faciales tenuemente delineados. Su estatura es la de una joven menudita y delgada. A sus pies revolotean cuatro querubines, dos de cuerpo completo (como pequeños bebés) y dos que muestran solamente el rostro. Todos eran igualmente delicados y etéreos.
Para mí representó una fuerte impresión el conocer a la Purísima Concepción de La Reforma pues muchas veces había escuchado su historia. Mi abuelo Rafael, mi padre y mis tíos referían cómo la tía María había sido el modelo de la imagen, cómo mi abuelo había mandado a hacer la escultura con sus paisanos de San Luis Potosí, cómo se había festejado su llegada al pueblo, etcétera. Sabía tanto de esta virgen que no podía creer conocerla “en persona”. Además, estaba bien resguardada y se notaba el aprecio de la gente en el pequeño ejido Reforma.
¿Qué le pasó a la virgen?
Veintiocho años después de esa visita tuve la oportunidad de volver a La Reforma, justo en julio de este año 2024. Acompañado por mi prima Adriana localizamos a un guía turístico en la ciudad de Cuatro Ciénegas y acordamos la excursión al llamado “pueblo fantasma” de La Reforma.
Actualmente, gracias a la difusión que dan las redes sociales, se sabe más de la existencia de este viejo mineral coahuilense y se pueden ver en YouTube imágenes de sus ruinas. Incluso hay visitantes muy audaces que han subido hasta la mina La Reforma y se han adentrado en sus galerías que no cuentan con ninguna medida de seguridad. Yo no quería meterme a la mina sino volver a ver las ruinas del pueblo, así como tomar fotografías con la tecnología digital actual.
Lamentablemente, me llevé varias sorpresas en mi reencuentro con el terruño de mi familia paterna. El pueblo está mucho más abandonado, derruido y saqueado que antes. Ya no hay estructuras metálicas que recuerden la mina, los muros de las casas están casi totalmente destruidos, el trazo de las calles ha sido devorado por la vegetación, ya no se distinguen los conjuntos de casas.
Además, se nos advirtió de la presencia de especies invasoras peligrosas –como abejas africanas– y una miríada de incansables mosquitos nos acompañó durante todo el recorrido… No sentí la misma emoción que en mi primera visita, de hecho, quería irme pronto para huir de los moscos. El objetivo de volver se había cumplido, así como el levantamiento de imágenes fotográficas.
Solo faltaba visitar nuevamente a la virgen. Nuestro guía también conocía a los pobladores del ejido Reforma quienes amablemente nos facilitaron la entrada a la iglesia. Y ¡oh sorpresa! La virgen sigue ahí, afortunadamente muy bien resguardada, pero…
Su rostro había cambiado mucho. Sus rasgos ya no son tan delicados: ahora luce ceja poblada y boca coloreada. Su cabello que antes parecía flotar hoy es una plasta sólida y densa (de la cual escurren algunas gotas de pintura café). La piel antaño blanca y delicadamente sonrosada (como la piel humana), hoy luce un color rosado.
Los rostros angelicales de los querubines corrieron la misma suerte: ceja renegrida, labios “de púrpura encendida” (como dice la canción), cabello pastoso. Hoy se ven más como muñecos de plástico que como angelitos. Una serie de objetos religiosos (rosarios, tiara de flores azules, anillos, cordones con dijes y medallas) se ha ido agregando al conjunto, con riesgo de dañar más su antigua factura.
Tanto la improvisada y desafortunada restauración como los objetos agregados son prueba de la fe de la gente y del aprecio por su imagen. Celebro y agradezco que el pueblo tenga este afecto por su virgen. Sin embargo, hace falta la asesoría especializada de los restauradores profesionales (del INAH) para devolver su belleza original a La Purísima Concepción de La Reforma.
En caso de emergencia, llame al INAH
Dependiente de la Secretaría de Cultura, el Instituto Nacional de Antropología e Historia cuenta con centros regionales en toda la República Mexicana. Para la conservación y restauración de bienes muebles e inmuebles, existe la Coordinación Nacional para la Conservación del Patrimonio Cultural.
En la CNCPC, un grupo de restauradores profesionales se encargan de restituir a los bienes muebles (usualmente imágenes y pinturas religiosas, cristos de pasta de caña de maíz y vírgenes de yeso) su personalidad antigua. Ellos se enfocan a reconstruir las figuras con los materiales orgánicos adecuados a la naturaleza de cada una, así como eliminar pintura dañina y recuperar los colores originales. Esta ha sido la misión de estos héroes del patrimonio cultural mexicano.
En 2028, la Purísima Concepción de La Reforma cumplirá un siglo de vida y sería ideal poderla restaurar debidamente. Se enaltecería el arte religioso y el patrimonio cultural de Cuatro Ciénegas, Coahuila. También se exaltaría el recuerdo de Rafael Gómez, su sobrina María Auxiliadora y los fundadores y vecinos del célebre mineral de La Reforma. ¡Ojalá pudiéramos lograrlo!
REFERENCIAS
Coordinación Nacional para la Conservación del Patrimonio Cultural (INAH)
https://conservacion.inah.gob.mx/public/servicios.php
¿Qué es la conservación del patrimonio?
https://igeca.net/blog/490-la-importancia-de-la-conservacion-y-restauracion-del-patrimonio-cultura
Una restauración desastrosa: el Cristo de Borja, en Zaragoza, España
https://animalpolitico.com/sociedad/del-ecce-homo-al-ecce-mono-la-pintura-mal-restaurada
Videos de La Reforma