La perturbadora y gélida sonrisa de la Calaca nos asecha siempre pero particularmente en los últimos días de octubre y primeros de noviembre. Sus ojos vacíos, su dentadura deslumbrante y su cráneo liso aparecen representados con profusión en los floridos altares de muertos que adornan todo tipo de espacios hoy multiplicados infinitamente por las imágenes de las redes sociales.
En la conmemoración de los fieles difuntos agasajamos a nuestros seres queridos que ya no están alumbrándoles la ruta con flores vistosas y cálidas candelas, preparándoles sus antojitos preferidos y sirviéndoles su caballito de tequila o de sotol. A veces se cuelan al altar familiar espíritus chocarreros que se chutan el tequila y se zampan el mole ajeno, pero eso no importa: lo importante es recordar y compartir.
En la mayoría de las civilizaciones antiguas se rendía culto a los restos humanos, por ejemplo, en Mesoamérica algunos muertos se colocaron en lujosas tumbas engalanadas con ricas ofrendas como el Rey Pakal “el Grande” o la reina Roja, ambos de Palenque. Otros pueblos como los incas momificaban los cuerpos de sus monarcas fenecidos para que, cotidianamente, siguieran formando parte de ritos y ceremonias. Así, de pronto, los sacaban de reventón como a la momia del inca Pachacútec.
Los muertos constituyen uno de los arquetipos más antiguos de la humanidad. Desde la prehistoria, el pensamiento mágico religioso concibe a la muerte como una etapa más del devenir humano y no como el final de la vida. Orgánicamente, un cuerpo que ya perdió el hálito vital está acabado, científicamente no hay nada qué hacer: felpó. Pero esotérica, filosófica y religiosamente, ese ser sigue vivo, únicamente cambió de envoltura, se mudó de dimensión: es un ser espiritual. Se conforma así el arquetipo –término que designa al “primero en su tipo”– de la vida después de la muerte y llegamos a comprender, paradójicamente, que los muertos viven.
El inframundo prehistórico y prehispánico
El concepto de la dualidad humana, conformada por cuerpo y espíritu, se representa en vestigios tan antiguos como las pinturas rupestres. Por ejemplo, en la cueva La Pintada, en Baja California Sur (fechada en el año 3,000 a.C.) aparecen individuos de aspecto sobrenatural llamados “chamanes” que elevan sus brazos al cielo en actitud de invocación, cuya dualidad está visualizada en los colores negro y rojo que conforman su figura. Una parte de su cuerpo es densa y pesada –el negro– mientras la otra parte es luminosa y brillante –el rojo– y así, a primera vista, nos enfrentamos a seres antropomorfos con identidad dividida.
En las cuevas de la Serranía del Burro, en Coahuila, se observan más ejemplos de seres híbridos: chamanes que ascienden en un vuelo mágico, representando la hipóstasis (unión misteriosa) de hombre y pájaro (Cfr. Turpin). La dualidad que aquí se muestra es la representación de una mitad humana y otra animal, revelada por los efluvios de plantas alucinógenas. Estos seres duales divididos en dos secciones alusivas al mundo terrenal y a otros universos o dimensiones sutiles, explican sin palabras la naturaleza humana: una corporalidad material con un doble mágico espiritual.
En el imaginario de los pueblos de Mesoamérica también se aceptaba la existencia de otro mundo y una vida nueva después de la muerte. Jacques Sosutelle (1986, p. 55) señala que los aztecas distinguían, en primer término, a los guerreros muertos en batalla y a las mujeres que morían en el parto, quienes subían a los cielos –Omeyocan– como compañeros del sol.
El resto de los muertos descendía al Mictlán, morada de Mictlantecuhtli, dios de la muerte con máscara de calavera. Los muertos comunes “viajaban hacia allá (al Mictlán) durante cuatro años, hasta llegar al noveno infierno donde desaparecían por completo”. Soustelle señala que se hacían ofrendas a los muertos 80 días pasados sus funerales y hasta cuatro años después; “en seguida, quedaban cortados todos los nexos entre los muertos y los vivos” (p.56). Sin embargo, los guerreros volvían en forma de colibríes y las mujeres divinas (Cihuateteo) aparecían por las noches en las encrucijadas.
Por último, en el imaginario religioso azteca, quienes morían ahogados o por efecto de la hidropesía, habitaban en el Tlalocan, morada de Tláloc, mientras los niños muertos en la infancia iban al Chichihuacuauhco donde, de un prodigioso árbol, manaba leche para alimentarlos.
En Mesoamérica, se conmemoraba a la mitad del año solar a los niños muertos y, alrededor del décimo mes del calendario solar mexica (principios de agosto), a los “muertos grandes”. Se organizaban procesiones, se danzaba alrededor de un árbol y se les ofrendaba comida y bebida. Las ofrendas se adornaban con flor de cempasúchil, de color del fuego, y el perro pelón mexicano, el xoloescuintle, se concebía como psicopompos o lomito guía de los muertos.
El Jalogüín
Tras la conquista española, la festividad prehispánica de los muertos se hizo coincidir con la celebración céltica del All Hallow Even o víspera de todos los santos, fechada el 31 de octubre. James Frazer (1989, p. 685) explica que se trataba de un festival ígnico donde se encendía el fuego nuevo, asociado al ciclo agrícola. Cuando llega el frío del invierno, se almacena el cereal y se devuelve el ganado al establo para proveerlo de calor artificial.
Sin embargo, más allá de las creencias asociadas a la agricultura, se pensaba que entre el 31 de octubre y el primero de noviembre se abría un portal interdimensional por el cual los espíritus de los muertos podían regresar al mundo de los vivos. Fue principalmente por eso que All Hallow Even se convirtió en un festival tan popular en Europa ya que se hacían sortilegios, augurios y predicciones aprovechando la presencia de espíritus de todo tipo. Ya no solamente se enfocaban a ritualizar el otoño ni a encender el fuego invernal sino también a captar la energía de las misteriosas entidades incorpóreas –así fuesen bienhechoras o malignas.
Evidentemente, los practicantes del ocultismo decidieron llevar el All Hallow Even a sus últimas consecuencias. Así, brujas y hechiceros comenzaron a agendar sus aquelarres el 31 de octubre para facilitar la invocación a demonios y espíritus del mal. La nigromancía o invocación a los muertos se redimensionó involucrando a la magia negra y en el Halloween proliferan las imágenes de zombis, brujas, monstruos animalescos, además de frases malintencionadas como “truco o travesura”. En su origen, la celebración del All Hallow Even no era censurable pero las malas entrañas nunca faltan.
¿Me da mi calaverita?
En México, las distintas tradiciones del pensamiento mágico ancestral confluyen en el Día de Muertos. Más allá de los dogmas de distintas religiones, la conmemoración de la “Patas de Hilo” –como la denominaba mi querida maestra Norma Román Calvo en sus obras teatrales– nos permite reafirmar la dualidad del ser humano compuesto de un cuerpo mortal pero también de un espíritu eterno.
En los altares se enciende el fuego con veladoras y flores de cempasúchil (también símbolos ígneos) para guiar a los espíritus familiares a casa. Ojo, para ahuyentar a los espíritus impuros (chocarreros) también se enciende incienso y copal. Luego, se les preparan sus viandas favoritas a los muertos que ellos no pueden comer tal como nosotros, pero de los que sí extraen el sabor y los olores. Y sin duda, hay que colocar las calaveritas de azúcar con el nombre del fenecido para que la bienvenida sea muy dulce.
En los escenarios teatrales, se escenifican obras “de temporada” como han dado en llamarlas los mercadólogos del show bussines nacional que nos recetan títulos tan sobados como “La llorona” en los canales de Xochimilco o “Don Juan Tenorio” en alguna céntrica salita. O el clásico de terror mexicanizado que cumple 3 décadas en escena –y que no espera al Día de Muertos para asustarnos: “La dama de negro”, de Susan Hill, de la que solo cambia el teatro donde se reestrena.
Celebramos la reposición de títulos verdaderamente originales del teatro mexicano como “Calaca (Nuestra Señora del Hueso”) de Hugo Argüelles, en donde el pobre José Guadalupe Posada es trasladado contra su voluntad al inframundo y se topa de narices con la Catrina, muerte de exquisita elegancia femenina. Ella, sabia e indulgente, le permite al dibujante regresar al mundo de los vivos pues su hora aún no ha llegado. Tras el descarnado encuentro, que no sabe si fue un sueño o una iluminación, Posada concebirá su inmortal diseño gráfico… Escenificación reciente por el grupo de teatro Banco Azteca en el teatro Wilberto Cantón.
Recomendable también hilarante comedia “La Patas de Hilo” de la dramaturga y académica Román Calvo, ambientada en el contexto revolucionario y sazonada con el picante lenguaje costumbrista de la autora. Aquí la reseña que publicó la compañía Valencia cuyo montaje se escenificó en 2022 en el Centro Cultural José Martí: “En la época de la Revolución Mexicana, “La Patas de Hilo”, mejor conocida como la Catrina, está dispuesta a llevarse a cuantos cristianos se crucen en su camino, sin embargo, varias circunstancias ajenas a ella la llevarán de fracaso en fracaso arruinando su objetivo primordial”.
Gracias al festejo de la Pelona, unos cuantos días del año rompemos con el pragmatismo y la vorágine de la vida actual para pensar en la trascendencia del atribulado humano posmoderno y posdramático. Por una velada o dos llegamos a creer que no todo se soluciona con dinero y que no todas las imágenes se bajan de las redes porque de pronto, al contemplar el altar, surgen en el alma visiones inefables de la eternidad.
El Día de Muertos nos sugiere que quizá no todo concluye en este ríspido plano material y que habremos de encontrarnos luego en un glorioso cielo cerca del sol o (císcalo, císcalo Diablo panzón), en el inframundo húmedo y oscuro.
REFERENCIAS
Frazer, J. (1989) La rama dorada, magia y religión. México: FCE [Primera edición: 1890]
Soustelle, J. (1986) El universo de los aztecas. México: FCE [Primera edición: 1979]
Turpin, S. (2010) El arte indígena en Coahuila. Saltillo: UAC
“Calaca”, de Hugo Argüelles. Grupo de Teatro Banco Azteca
https://www.youtube.com/watch?v=ZwzPyWV7DN8
“La Patas de Hilo”, de Román Calvo. Compañía Valenciahttps://www.facebook.com/culturalmarti/posts/patas-de-hilo-y-m%C3%A1s-de-rom%C3%A1n-calvo-por-compa%C3%B1%C3%ADa-valenciaen-la-%C3%A9poca-de-la-revolu/3239403492980245/
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