Hasta sus últimos días, Helena Rojo (1944 – 2024) desarrolló una incesante actividad artística en cine, teatro y televisión. La primera actriz mexicana interpretó desde películas de arte y teatro de autor hasta populares telenovelas en donde dio a cada personaje tono e identidad propias, sin repetirse a sí misma como lo hacen otras figuras. Helena Rojo se consagró como una actriz sensible e inteligente que supo granjearse el afecto del público.
Además, como lo dijeron amigos y compañeros de trabajo en ocasión de su deceso, Helena fue una mujer afable, sencilla, sin poses. Trataba a todos con amabilidad y calidez. No insistía en sus méritos, aunque fue reconocida en múltiples ocasiones como la mejor actriz de televisión, cine y teatro. No exageró su imagen: siempre se le vio elegante. No alteró su rostro: mostró los cambios de su edad con naturalidad. Era toda una dama, opinaban sus admiradores.
Sorprende saber que Helena inició su carrera artística cuando ya era madre de tres hijos. De hecho, tuvo que dedicarse a trabajar para sacar adelante a su familia pues estaba sola. El apoyo incondicional de sus padres, originarios de Torreón, Coahuila, pero avecindados durante años en la Ciudad de México, le permitió cuidar a sus hijos y salir a trabajar al mismo tiempo. Se inició como modelo en los años 60 pero gracias a la capacitación que recibió de maestros como el director teatral José Luis Ibáñez y el gran actor Carlos Ancira, comenzó a desarrollarse como actriz.
Tras filmar algunas películas mexicanas debutó en el cine mundial como protagonista de “Aguirre, la ira de Dios”, coproducción de Alemania, Perú y México, en 1972, bajo la dirección del aclamado cineasta Werner Herzog. A partir de esta súper producción, Helena Rojo pudo haber desarrollado una carrera totalmente internacional pero los contratos de exclusividad con la televisión mexicana, su familia y un siguiente matrimonio, ahora con el actor Juan Ferrara, la retuvieron en su patria.
Fue gracias a la proyección de “Aguirre, la ira de Dios” en el año de 1990 cuando tuve la oportunidad de tratar a Helena Rojo por un par de días, en Monterrey. Esa breve convivencia con Helena, su conversación inteligente y su sensibilidad artística fueron grandes aprendizajes para mí, que apenas me iniciaba en la carrera profesional de la comunicación. Helena me ayudó a comprender que el éxito y la fama no sustentan a una persona sino, más bien, el trabajo constante y el aprendizaje continuo. Ella, a pesar de sus numerosos proyectos de actuación, tenía como prioridad a su familia, especialmente a sus hijos.
La vi en persona, por primera vez, en el Tecnológico de Monterrey, en el año de 1983. Con su inseparable pareja de entonces, Juan Ferrara, Helena participó en el espectáculo “Compresencias” organizado por el departamento de Difusión Cultural del Tec, el 17 de octubre de 1983 en el auditorio Luis Elizondo.
El formato de este evento, creado por el director escénico Gerardo Maldonado, consistía en reunir a un autor y a un grupo de intérpretes con el público estudiantil para representar fragmentos de obras literarias en lectura en atril. Esta modalidad permitía trabajar con grandes estrellas del cine y la televisión puesto que no requería de demasiado tiempo de ensayo. Así, en el auditorio Luis Elizondo del Tec de Monterrey se presentaron grandes intérpretes como Silvia Pinal, Ignacio López Tarso, Héctor Bonilla, María Teresa Rivas y Ofelia Guilmáin dando vida a textos de estupendos autores como Hugo Argüelles, Emilio Carballido, Juan Rulfo o Mauricio Magdaleno, en veladas artísticas muy distintas de los contenidos comerciales de los medios de aquella época.
En esa memorable ocasión, Helena Rojo y Juan Ferrara interpretaron una selección de textos de la escritora sinaloense Inés Arredondo, quien estaba feliz de participar en el proyecto, no menos que los estudiantes del Tec que compartieron escenario con estos dos grandes actores. Se presentaron fragmentos de los cuentos “El árbol”, “La sunamita”, “La casa de los espejos” y “Flamingos”.
Precedía a este espectáculo la participación de la pareja Ferrara – Rojo en un proyecto de cine estudiantil titulado “La niña del viento”, cortometraje filmado en película 16 milímetros, dirigido por un querido y reconocido profesor de Guionismo del Tec de Monterrey: el licenciado Roberto Escamilla. El corto fue realizado en locaciones naturales de Zuazua, Nuevo León, y también contó con la participación de estudiantes en labores técnicas. Sin embargo, este trabajo se quedó en la etapa de postproducción.
Años después, en 1990, otro distinguido profesor del Tec se dedicaba a promover el cine de arte entre el público estudiantil a través del cineclub Cinema 16 que tomaba ese nombre porque solo se proyectaban películas en formato de 16 milímetros –evitando las proyecciones de cine en video. El licenciado Jesús Javier Torres González, profesor de la materia de cine y director académico del Departamento de Comunicación, realizaba una cuidadosa selección de títulos indispensables para entender el cine de autor y creaba cada semestre un programa inmejorable para Cinema 16. Decidió así incluir “Aguirre, la ira de Dios” en la programación de 1990 y concibió la luminosa idea de invitar a la actriz protagónica de la película para hablar del proyecto. El licenciado Torres confirmó la presencia de Helena Rojo y me llamó como asistente de la visita de la actriz a Monterrey.
Yo recordaba la actuación de Helena en televisión, en telenovelas como “La venganza” –que vi en 1977 al lado de mi abuela Consuelo– o “Extraños caminos del amor”, del año 1981. También me había aterrorizado –como todo el mundo– con la muerte de su personaje en la oscura cinta “Más negro que la noche” (1975) de Carlos Enrique Taboada. Pero no imaginaba la dimensión de esta gran actriz en una película internacional donde se enfatiza su interpretación física –más que el diálogo–, su actitud y su gesticulación. Ver la complicada película dirigida por el alemán Werner Herzog, en la que se narra la infructuosa búsqueda de El Dorado y donde mueren uno a uno los integrantes de una expedición castellana en el siglo XVI, fue una experiencia nueva para mí como espectador y me permitió comenzar a explorar otros contenidos más profundos y trascendentales.
Lo mejor de aquel lejano episodio fue asistir al licenciado Torres en la atención a Helena Rojo. Actividades como ir a buscarla al aeropuerto, llevarla a comer cabrito, darle un paseo por todo Monterrey –incluida la lujosa casa del sorteo Tec– y escuchar su conversación cotidiana, fueron para mí un aprendizaje en que la persona destacaba por encima de la estrella.
En un momento de descanso del paseo, mientras tomábamos café, le pedí a Helena una entrevista para un texto a publicarse en el suplemento “Aquí Vamos” del periódico “El Porvenir”, decano de la prensa regiomontana. Helena se sorprendió y me dijo: pero si hemos platicado todo el tiempo, de ahí puedes escribir. No, le dije, yo solo escribiré lo que conversemos en la entrevista. Así, Helena accedió a hablar “para la prensa”.
La actriz mencionó que la actuación es una habilidad que se trae de forma innata pero que el estudio y la dedicación son indispensables para desarrollarse. No recomendaba quedarse con la pura intuición o espontaneidad para actuar. Hay una técnica, me dijo, que involucra la respiración, el trabajo corporal, la concentración. “Yo no puedo abordar al personaje con pura habilidad, necesito el trabajo de mesa, la discusión con el director, los ensayos”.
Hablamos un poco sobre la experiencia de filmación de “Aguirre” y dijo que fue un reto trabajar en medio de la selva –la amazonia peruana– pero que el director Werner Herzog la ayudó mucho. Se quejó del aislamiento del actor alemán Klaus Kinski y cómo la actitud extraña que traslucen sus personajes también era parte de su personalidad real. Helena prefería dotar a los personajes de una identidad propia para poderlos dejar en el escenario o la locación al terminar de actuar, sin llevárselos a casa.
Muchos otros comentarios que me hizo Helena en aquella ocasión sobre su profesión de actriz se pueden conocer de igual manera a través de otras entrevistas que hoy están publicadas en YouTube y otras redes sociales. A lo largo de los años no cambió de opinión: Helena fue una mujer de convicciones firmes e ideas profundas que cimentaron la base de su carrera artística.
Al día siguiente de su llegada, se realizó la proyección de “Aguirre” y su presentación personal en el Tec de Monterrey. El público estudiantil reunido en el auditorio de Aulas V (que aún existe) interactuó con ella en una conversación respetuosa y animada. Antes de despedirse en el aeropuerto, Helena comentó que se había sentido muy contenta por haber estimulado la imaginación y las emociones de los jóvenes a través de su trabajo.
Pasaron los años. El trabajo de la actriz se concentró en la televisión donde logró éxitos de audiencia como “El privilegio de amar” o “Las secretas intenciones”. Se llevó un montón de trofeos por sus actuaciones televisivas que la apartaron del cine, pero no del teatro, su otra gran ventana pública.
La última vez que aprecié la actuación en vivo de Helena Rojo fue en “Las muchachas del club”, obra que se eternizó en el teatro Libanés, al lado de Julissa, Norma Herrera y Raymundo Capetillo, en el año 2018. La energía vital de Helena seguía deslumbrando al público, su voz y presencia escénica seguían siendo estupendas. Nunca dejó de trabajar, la actriz prácticamente murió en la trinchera pocas semanas después de finalizar su última telenovela.
Quede aquí un recuerdo para Helena Rojo, inmortalizada por sus personajes, pero también por su personalidad cautivadora.
IMÁGENES
VIDEOS
“Aguirre, la ira de Dios” (1972)
https://www.youtube.com/watch?v=y2iXtLQHjFU
“Más negro que la noche” (1975)