Los opuestos pueden ser complementarios, como un brazo del otro, una pierna y otra, o ser absolutamente irreconciliables, como el día y la noche… la razón o la estupidez. La cosmovisión andina, como muchas más, incluso orientales, afirma que el universo es regido bajo estos “opuestos complementarios”.
Inicio con esta afirmación para ubicarnos frente a un espejo, el racional y el irracional, este último muchas veces más divertido, pero no siempre “bien visto”.
No es moda tener asesinos seriales entre las multitudes, personas que viven reprimidas bajo una máscara de personalidades contradictorias respecto a sus emociones más intensas.
En el caso de José Luis Calva Zepeda, el “caníbal de la Guerrero”, asombró a la población tras su detención en octubre de 2007, acusado de triple homicidio y canibalismo, dejando tras de sí vestigios suficientes para identificarlo como un asesino serial más en la historia, claro, con el plus de que, en vida, se identificó como poeta. Y quizá ahí está el punto porque como dicen… de poetas y locos… todos tenemos un poco. ¡Aguas!
Por cierto, como dato cultural, su única obra conocida lleva el título de “Instintos caníbales o 12 días” y acertadamente mostraba en la portada la foto de Hannibal Lecter.
El hecho de su presunto suicidio dos meses después de su detención, hace retumbar los cimientos de una tesis ya existente sobre el comportamiento que siguen las personas con esta patología, ya que, según datos históricos, la probabilidad de que un asesino serial opte por el suicidio es tan sólo de un punto porcentual.
Han existido diversos casos donde los asesinos han sido condenados a cadenas por más de 300 años en prisión, otros bajo constante y rigurosa vigilancia, o de extrema presión… y aún así, su muerte no es opción.
El hecho de haber encontrado a Calva Zepeda ahorcado con su propio cinturón, en el Reclusorio Oriente donde estaba preso, no indica nada.
La sociedad se preguntará por qué existen personas así, y es sencillo. Los opuestos complementarios rigen. No hay decisiones o acciones totalmente independientes, por lo tanto, aquello de la “bondad” y la “maldad” son posiciones absolutas que llevan al mismo punto: equilibrio.
Así que, ese equilibrio necesita de amores y perversiones; de pasiones y odios; de envidias y despojos; de frustraciones, temores, orgullos y aciertos… de vida o muerte. Del ser humano.
¿Y el Diazepam?
- Siglo XIX. Jack el Destripador, asesino serial de finales del siglo XIX, escribió en una carta dirigida al presidente del Comité de Vigilancia de Whitechapel, George Lusk, en donde detalló: “Desde el infierno. Señor Lusk. Señor le adjunto la mitad de un riñón que tomé de una mujer y que he conservado para usted, la otra parte la freí y me la comí, estaba muy rica. Puedo enviarle el cuchillo ensangrentado con que se extrajo, si se espera usted un poco. Firmado: Atrápeme cuando pueda, señor Lusk”.
- Siglo XX. Edward Theodore Gein. En el afán de ser “naturalista” patentó la idea de manufacturar vestimenta e incluso mobiliario con la piel de sus víctimas, todas ellas mujeres. Claro que con las piezas del rompecabezas que sobraban, prefería hacer diversos guisos que comía con satisfacción. Su lógica: Perpetuar el alma de su madre muerta.
- Finales del siglo XX, principios del siglo XXI. Aileen Carol Wuornos. Para buscar su equilibrio y tranquilidad interna, decidió matar hombres que en su momento fueron sus clientes. La razón: En algún momento de la relación sexual se convenció de que cada uno de ellos intentó violarla.