La estrategia de la derecha mexicana está construida en una plataforma que busca generar zozobra en lugar de presentar un plan de gobierno que demuestre que el neoliberalismo sigue siendo un sistema viable. Menuda tarea.
Tal vez por eso aún no deciden cuál es su proyecto de nación con el que buscan que la ciudadanía les favorezca en los comicios electorales del próximo año, cuando Andrés Manuel López Obrador termine su mandato.
En el horizonte cercano, “la oposición” al gobierno de Movimiento de Regeneración Nacional se topará con la disputa de ser congruente con la defensa del modelo económico que impera en todo el mundo o buscar alternativas de gobierno que planteen un proyecto renovado de nación.
Y es ahí donde su imaginación flaquea, se diluye y entra en crisis. El amparo del llamado neoliberalismo no representa, al menos en México, un camino viable para el grueso del electorado.
La aprobación del presidente en turno ronda el 70% entre la ciudadanía y, hasta la misma derecha lo asume como un logro de la llamada “Cuarta Transformación”, lo que se presenta como el gran obstáculo que tendrán que sortear para que su agenda encuentre eco entre la población.
¿Será por eso que no termina de cuajar, primero el conjunto de sus figuras precandidatas, y, segundo, su visión de que México tiene que regresar a ser gobernado por los partidos Acción Nacional y Revolucionario Institucional?
El halo de la corrupción permea a estas dos instituciones y ni una ni otra ha logrado sacudirse esa herencia funesta. Y no conformes con el desempeño negativo, no buscan convencer a la opinión pública con propuestas que le den la vuelta al conflicto.
Por el contrario, han incrementado su discurso de odio, procuran sembrar noticias falsas, desasosiego y conjurar premoniciones que no se sustentan con la realidad.
En fechas recientes, la derecha acusó al presidente de instaurar un ambiente propicio similar al del 23 de marzo de 1994, donde Luis Donaldo Colosio fue asesinado en Tijuana, de quien entonces era el candidato presidencial del partido hegemónico.
Los voceros del Frente Amplio, los “periodistas críticos” al régimen de López Obrador, caracterizados porque fueron los más beneficiados en los sexenios anteriores con el reparto del presupuesto en comunicación de la Secretaría de Gobernación, difundieron tal mentira.
Un discurso miserable de la derecha mexicana, pues si bien el país aún no ha superado por completo los rezagos económicos y sociales que los gobiernos de los partidos que ahora conforman el Frente Amplio le legaron, la frialdad de los números y la percepción de la opinión pública descartan cualquier similitud con el entorno social de aquel México en el que se perpetró el ataque a Colosio en Lomas Taurinas.
El magnicidio no se esclareció pues siempre se tuvo la sospecha de que el atentado fue gestado por las mismas huestes del PRI, que fomentaron peroratas que desviaron la atención con tal de no rendir cuentas.
El presidente saliente, Carlos Salinas de Gortari, se enfrentaba a un descontento generalizado, ya que causó mucha expectativa con la implementación de un gobierno que abrió la posibilidad de endurecer el modelo neoliberal y poner en venta todas las empresas del estado. Prometió que México dejaría de ser un país del bloque llamado ‘tercer mundo’ y que, al privatizar los recursos estatales, se acabaría con la pobreza en todo el país.
¿Acaso la historia ya juzgó el sexenio de Salinas, quien dejó al país sumido en una crisis económica y una sociedad con hambre y sed de justicia?
Hoy en día, en México, el entorno social no se percibe con ese ambiente fatalista que propagó la oposición.