Saludos, lectores de Vision Mx, ¡FELIZ DICIEMBRE!
Derivado de mis trabajos de inverosímil escritor y de malabarista editorial, había estado ausente de este espacio. Espero que el chisme literario personal que les traigo a continuación, pero sobre todo, el #Reto13, resulte en la renovación de su amable lectura y más allá.
Pues, bueno, un señor que se dedica a reseñar libros para importante periódico de circulación nacional me preguntó por facebook: “¿Y usted con qué derecho se atreve a sentarse en la mesa de los escritores?”. O eso es lo que supongo que quisieron señalar todas las groserías que me soltó con la pluma y la inteligencia totalmente embotadas. Parece ser que, en su escala de valores literarios, tengo pocas admiradoras para que se pueda pensar en que yo sea llamado escritor.

Hasta parece la respuesta a un antiguo bulleador, caray. “Mira, ahora yo soy Importante y tú no eres nadie, malvado gandalla”.
Pero aunque su comentario me retrotrae a aquellas épocas de los 2000, en que la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM estaba desolada tras la huelga, hay amigos en común entre el señor reseñista y un servidor que saben que no lo traté en todo el tiempo que estuve en la Facultad ni al dejar la universidad, aunque de repente me haya convertido en otro obstáculo a vencer en su meteórico impacto contra la Gloria Literaria. Válgame. Toda una sorpresa y revelación para alguien que, como yo en ese momento del ocio en redes sociales, estaba tratando ya de mirar a otra parte.
Las bajezas que utilizó en su ladrido (no pongo las peores, porque las hay) me parecen deleznables para todo un señor reseñista de un periódico de circulación nacional que sale cada jornada, y quien dice luchar a favor de los derechos de las mujeres.
(Nota: Las veces que aparece mi nombre es porque ellos me mencionan. El de rojo es un amiguito de él que llegó).


En algún momento, el otro único participante de su club de debates, llamado simpáticamente “Esgrima de palabras” (se los juro que así le llaman ellos), terminó avergonzado de estar ahí, con el florete de la elocuencia roto y tratando de justificar el odio de su amigo por asuntos de excesos cantineros y retirándose con la cabeza gacha… Aunque hasta el día de hoy, el orgullo del alcoholismo presume su nefastez completa en su muro…
¿Vale la pena justificar la existencia literaria ante un reseñista como éste?
¡Por supuesto, no! Y por eso no lo hago. Ni frente a él, ni frente a nadie. Las expectativas de las personas respecto a mí tampoco son de mi incumbencia. Son sus fabricaciones mentales.
¿Justificar, entonces, si puedo o no estar en la mesa de los escritores “importantes”, según me ve esta persona (y quizá otras más)?
Tampoco. En estas situaciones, ni las miles de reseñas elogiosas que las grandes editoriales suelen comprar a “reseñistas ecuánimes” como éste, ni los premios que venga arrastrando ni las ventas o (peor aún, como considera este burrazo, el número de admiradoras), pueden definir si el producto de escribir es o no literatura.
Lo que se vería absolutamente mamón de mi parte sería ponerme a enumerar por qué mis cuentos, mi novela, mi actividad de escritor, valen o no la pena cuando el único que puede decidir eso es el lector.
Y yo al único lector que estoy viendo aquí eres tú, que ya llegaste a esta altura del chisme.
¡Por eso vayamos directo al reto!
Está hecho para que todas las personas que me detestan, ya sea abiertamente o en secreto, lo haga con bases críticas y no emocionales; y así mismo, para que todas y cada una de las personas que me quiere, lo hagan con honestidad intelectual y digan, “no me gustó por esto y esto y esto”, sin aludir a mí físico o a chistes de idiotas sobre violaciones, y tan-tán, seguimos siendo amigos.
También es un reto hecho para el contribuyente promedio de México, ¡cómo no!, que se pregunta: “Cuando pago mis impuestos y estos apoyan a creadores de determinadas disciplinas, ¿cómo es que eso se otorga? ¿Vale o no la pena que se siga proporcionando?”.
El debate es necesario, sobre todo cuando algunos se preguntan cómo es que un tipo como yo es, por ejemplo, tutor en el SACPC (lo que es el antiguo FONCA) precisamente en la disciplina de cuento.
¿A ver, por qué, cuál puede ser el merecimiento que tiene este sujeto? ¿Para que personas como él se hagan pasar por escritores es que pago mis impuestos?
Lector, resuélvalo usted mismo. No hay mejor juez para esto.
El procedimiento es el siguiente, desde hoy y hasta el 25 de diciembre el relato “La banda de los treces”, en su versión electrónica, estará nuevamente disponible para descarga gratuita desde el sitio de la editorial El Viaje y el Camino. En veinte minutos de lectura tendrá idea por lo menos de dos cosas: si el cuento le gustó o no le gustó y si debo
- a) continuar escribiendo otros cuentos como éste y los que vengan,
- b) renunciar y morir, como proponen los guardianes de la literatura más idiotas del barrio
