Que no le digan…
Marcelo tenía muy claro que no habría de ganar. Sabía que las preferencias sociales eran a favor Claudia, quien, de manera clara, se supo comprometerse, desde el primer momento, a favor del proyecto de la Cuarta Transformación. Como el General Mújica (que no fue candidato) con el presidente Lázaro Cárdenas, ella garantiza el propósito del presidente Andrés Manuel López Obrador y que trascienda más allá de este sexenio.
Marcelo, en cambio, es un personaje que si bien, había sido leal a AMLO, que se define de izquierda, pero formación neoliberal, no lo significaba como un actor que pudiera seguir el ideal presidencial de la cuarta transformación. Cercano sí, pero no tan cercano.
Por ello, al interior de la oposición se le veían como el candidato de Morena, pero en última instancia, “el más conveniente”. “Mejor él, que a Claudia”, se comentaba. Era quien podía, de alguna manera, devolverles privilegios perdidos, no como antes, pero sí regresarles un poco o un mucho de lo que el lopezobradorismo les había quitado.
Durante estos años, las grandes empresas nacionales e internacionales y los consorcios de comunicación, amén de ciertos periodistas, entraron en un enfrentamiento con el presidente y a descalificar a quien entendieron era su alfil: Claudia. Por eso, de alguna manera, vinieron alentando de que Marcelo fuera el candidato de Morena.
Claudia ha sido fuertemente criticada por mimetizarse con López Obrador. Desde luego que lo tenía que hacer; distanciarse, no sólo del discurso presidencial y de su proyecto, le hubiera significado un suicidio político. Ella vine de la izquierda formada en las aulas de la UNAM, del Consejo Estudiantil Universitario (CEU) de 1986.
The New York publicó en días pasados que Sheinbaum “nació de padres judíos en la Ciudad de México, que se convertiría en la primera presidenta judía de México si gana la carrera” y que “ha enfrentado a una campaña de desinformación (antisemita) en las redes sociales”, además de reconocer su formación científica.
Claudia supo hacer política, aunque la criticaran por quererse parecer al AMLO. Eso, precisamente, le permitió ganarse las simpatías de los “fans” de López Obrador. Esa sana distancia que buscaron Marcelo y Monreal, los alejó de una población morenista que vieron en sus coqueteos con la derecha, como a quienes no se les podía tener confianza, y que entendieron que, ni uno ni otro, habrían de continuar con el proyecto de transformación de su “cabecita de algodón”.
Marcelo tenía muy claro que no iba a ser el bueno, y no porque Claudia fuera beneficiada del “dedazo” a la antigua. La exjefa de gobierno contó, sí, con comentarios positivos hacia su persona de parte de López Obrador.
A pesar de la guerra en su contra, Claudia actuó de forma inteligente, mostrándose a fin al proyecto del presidente, lo que permitió que la población la aprobara por encima de Marcelo durante dos años de encuestas; y ahora que se llevó a cabo la “gran encuesta definitoria”, se confirmó que ella era la favorita de la gente que simpatiza con la 4T.
López Obrador -y sé que habrá quien me descalifique por esto-, dejó que la encuesta fluyera y que la población influyera en la decisión final. Andrés Manuel no impuso al viejo estilo. Hasta al momento en que escribo esto, ni Marcelo, ni Monreal han acusado de que fue Claudia por decisión del presidente, es decir por “dedazo”. Influyó, sí, y esa es una de las molestias del excanciller, pero, aun así, participó en la encuesta, amén de que fueron aceptadas sus propuestas como la renuncia de Claudia a la jefatura de Gobierno y que la respuesta a la pregunta ¿A quién quieres? se depositara en una urna.
Antes de darse a conocer los resultados, Marcelo acusó de que hubo “incidencias”; nunca habló de fraude. Su queja mayor fue que la Senadora Malú Micher, integrante de su equipo, había sido golpeada, pero no más. Semanas antes, hubo varios analistas que preguntaban: ¿cuál es su propósito de dinamitar la consulta?, toda vez que acusaba supuestas irregularidades que nunca demostró.
Ha dicho que él ya no tiene cabida en Morena. Pero también que en estos días tomará con su equipo una decisión de lo que habrá de hacer en adelante. A pesar de ser un político avezado e inteligente, pareciera que no está muy claro qué es lo que sigue, qué quiere. Si ya había dicho que no tiene cabida en Morena, lo lógico era que renunciara.
Marcelo se ha dado unos días para repensar cuál camino tomar, porque observo, insisto, no tiene claro si regresa a Morena o definitivamente rompe; si se lanza por Movimiento Ciudadano (MC) o no; pero también ha dicho que, “por principios”, no se sumaría a la alianza de la derecha, pero tampoco que se le vea como “funcional a Sheinbaum para dividir el voto opositor”.
Lo advierto confundido y, como nunca, “débil”, cuando el mismo presidente lo ha reconocido como un político inteligente y con amplia experiencia.
En estas últimas horas, tanto Claudia como Mario Delgado, han hecho una infinidad llamados públicos a Marcelo para que regrese, para que se sume al “proyecto que él construyó”. Sin embargo, él no ha dado señales sobre qué es lo que pretende.
López Obrador, por su parte, no lo ha descalificado, por el contrario, lo ha colmado de reconocimientos. Lo ha llamado, “hermano”, “amigo”, funcionario de amplia experiencia, pero destacaría, por lo que políticamente representa, cuando el mandatario afirmó: “Él es libre para decidir su futuro”; es decir, si se quiere ir, que se vaya, es su derecho. En otras palabras, no le va a rogar.
Que no le cuenten…
¡Eeeeh, buuurroo…!
De que es gris, es gris. Me refiero a Marko, el gris, Cortés. En un mensaje a Marcelo Ebrard en su cuenta X, después de decirle hasta de lo que se va a morir, el panista lo culpa de prestarse al juego del presidente para ser candidato de MC, y así dividir a la oposición; “de participar en el circo y teatro de Morena” y de que es “falso el pleito de sus corcholatas”. Lo responsabiliza de “prestase a la simulación”.
Después del golpe, viene la sobadita. Solemne se vuelve a dirigir a él: “Marcelo, el aparato que usaron contra ti, es el mismo que utilizan, contra la oposición, no te prestes, súmate al Frente Amplio por México. En este proyecto son necesarios todos y todas”. De que es gris, es gris. No aprendió ni de los marrulleros como Diego y Calderón, menos de Castillo Peraza.
La otra grisease es la alcaldesa de Cuauhtémoc, Sandra Cuevas. Igual, le tunde a Marcelo. Lo acusa de que sus declaraciones son falsas, planeadas, de dividir el voto, para luego conminarlo: “si de verdad quiere a su país que se venga a la oposición”.
Seguro que los dos fueron a la misma clase de política.