Manuel Acuña (Saltillo, 1849), el mejor poeta de su generación y uno de los autores mexicanos más celebrados en distintas épocas y lugares, hoy se encuentra relegado por las nuevas generaciones, y sus célebres poemas, como el “Nocturno a Rosario”, están siendo olvidados. La novela “El pasado” (Grijalbo, 2024), del escritor saltillense Víctor Palomo, ganadora del Premio Nacional de Novela Ignacio Manuel Altamirano, pretende subsanar ese olvido y traer nuevamente a Acuña a la conversación actual sobre la literatura mexicana.
Acuña apenas llegó a los 24 años antes de morir trágicamente; era estudiante de Medicina y provenía de la norteña ciudad de Saltillo. En la Ciudad de México se ganó rápidamente un sitio de honor entre los poetas mexicanos como representante del romanticismo del siglo XIX. Algunas de sus inefables composiciones, como la mencionada “Nocturno a Rosario”, “Ante un cadáver” o “La gloria”, transitan de la emotividad amorosa y nostálgica a los profundos conceptos filosóficos y éticos, mostrando una habilidad técnica impecable, ritmo y lenguaje armoniosos y una estupenda inspiración poética.
Sin importar su juventud, su precaria situación económica y sus anhelos amorosos frustrados, Manuel Acuña se ganó un espacio en los círculos literarios de la gran ciudad y comenzó a alternar como poeta con grandes escritores del momento, mejor conocidos por sus ensayos, novelas y crónicas. Coetáneo de Francisco Zarco, Vicente Riva Palacio, Justo Sierra, Juan de Dios Peza, Ignacio Manuel Altamirano o Ignacio Ramírez “El Nigromante”, Acuña llamó la atención por su poderosa voz literaria y sus composiciones poéticas que fueron publicadas profusamente en diarios y cuadernos de poesía de la época.
También se recuerda a Acuña por sus amores platónicos –como el célebre romance que sostuvo con Rosario de la Peña, mecenas de los círculos literarios más importantes de la ciudad– y frustrados –como su relación con la poeta Laura Méndez de Cuenca, con quien tuvo un hijo que murió a los tres meses de nacido. Sus percepciones y conceptos sobre la mujer de su época quedaron plasmados en poemas como “La ramera” o “Rasgo de buen humor”, en los que Acuña reclama la sujeción de la mujer a los estereotipos de madre y esposa y aboga por recuperar su dignidad, exaltando sin prejuicios la sensualidad femenina.
En menos de nueve años –de 1865, cuando llegó a la Ciudad de México, a 1873, cuando se quitó la vida– Manuel Acuña se labró una carrera de letras de forma autodidacta, enfocándose especialmente en la poesía, aunque también escribió y estrenó una obra teatral titulada justamente “El pasado”. El 6 de diciembre de 1873 terminó su breve trayectoria literaria con su trágica decisión de ingerir cianuro. Aprovechando que era estudiante de Medicina, Acuña consiguió el veneno y calculó la dosis necesaria para acabar con su vida.
Las especulaciones sobre los motivos del joven poeta para suicidarse no se hicieron esperar, siendo señaladas Rosario y Laura como causantes de las penas amorosas de Acuña, pero también su lamentable situación económica o incluso alguna alteración neurológica o psíquica. Lo cierto es que su voz poética quedó trunca cuando apenas despuntaba y reconcentró la atención pública en su escasa pero genial obra publicada. A lo largo de muchos años, “Nocturno a Rosario” fue un poema que se declamó desde escuelas primarias hasta plazas y autobuses, incluyendo una versión musical de Alfonso Arau con su grupo de rock “Los Tepetatles”. Hoy, Acuña ha sido injustamente relegado de entre los clásicos literarios mexicanos, y los jóvenes desconocen su historia y sus poemas.
“El pasado” de Víctor Palomo
Un nuevo intento por recuperar las andanzas de Manuel Acuña acaba de publicarse por el también poeta saltillense Víctor Palomo Flores (Saltillo, 1969). Con un interés que se remonta tanto a su pasión por la poesía como a los asuntos propios de su ciudad natal, Palomo decidió realizar una búsqueda de las huellas de Acuña en fuentes primarias del siglo XIX. Precedido por otros investigadores y autores que estudiaron la vida y obra de Acuña, Palomo emprendió sus pesquisas en hemerotecas y repositorios de papeles viejos, documentando hallazgos que no habían sido consignados previamente.
Por ejemplo, Víctor Palomo describe con detalle el fastuoso cortejo fúnebre de Manuel Acuña, en el que se trasladó su cadáver de las inmediaciones de la Escuela de Medicina en la plaza de Santo Domingo al panteón del Campo Florido –ubicado en lo que hoy es la colonia Doctores. Palomo descubrió también un inventario de aportaciones económicas de varios grupos y personas para subsanar las deudas del malogrado poeta y los rubros en los cuales fueron gastados estos donativos. Pero a este inventario siguió una crítica periodística feroz sobre la dudosa aplicación de tales donativos por parte de las personas a cargo. Es decir, la muerte de Acuña no terminó con las polémicas; su celebridad continuó impactando en discusiones y debates muchos años después del suicidio.
Más allá de los documentos y publicaciones descubiertos por Palomo, el escritor se adentra en los detalles del personaje y recrea con admirable precisión detalles como, por ejemplo, la triste despedida de Manuel Acuña de su familia en Saltillo, su irrupción en la capital, donde a sus oídos llegan “las mil voces de la ciudad, todas sus lenguas, todos los acentos” (p. 126), la gente que transita por la plaza de Santo Domingo, las personas con las que convivió, las relaciones amorosas que entabló y las rivalidades que enfrentó.
Palomo revisa detalles de la experiencia vital del poeta en sus aspectos más conocidos con las damas de alta sociedad: Rosario de la Peña y Laura Méndez de Cuenca, pero también su amistad –de tintes amorosos– con la humilde lavandera Soledad, así como su rivalidad con el polémico Guillermo Prieto y su amistad entrañable con el poeta Juan de Dios Peza.
La identidad de Manuel Acuña se redimensiona en “El pasado”, pues el saltillense vuelve a brillar con esa lucidez poética que lo llevó a componer y publicar innumerables poemas tanto “de ocasión” (para celebrar a personas o acontecimientos) como románticos y filosóficos, con los que se consagró a sus escasos 24 años. También vuelve a mostrar sus perfiles oscuros de nostalgia, depresión y frustración que finalmente lo llevaron a determinar día, hora y método de su muerte autoinfligida.
La novela fue inicialmente publicada en una edición limitada, pero gracias al apoyo del crítico literario Marco Antonio Campos y del escritor Juan Villoro, fue retomada por la editorial Grijalbo y ya está disponible en una edición distribuida a nivel nacional. Se realizó un evento de presentación el pasado jueves 27 de junio de 2024 en la librería El Sótano de la Ciudad de México. En esta conversación, Víctor Palomo expresó que “Acuña debe ser recordado como el poeta de su generación”, ya que su calidad supera a los lances poéticos de otros coetáneos suyos que más bien se dedicaron a desarrollar otros géneros literarios. Por su parte, Marco Antonio Campos señaló que en agosto de este año 2024 se conmemora el centenario de la muerte de Rosario de la Peña (1847 – 1924).
Acuña ha sido estudiado por distintos investigadores literarios como José López Portillo y Rojas, Pedro Caffarel, Humberto Batis y Marco Antonio Campos. Para conmemorar el CXL aniversario luctuoso de Acuña, se publicó una compilación exhaustiva de su obra poética en dos volúmenes, complementada con estudios críticos y materiales documentales, titulada “Manuel Acuña. En nombre de ese laurel”, edición a cargo de la Secretaría de Cultura de Coahuila en 2013. La experiencia trágica del poeta ha sido dramatizada en obras teatrales como “El nocturno a Rosario” (1955) de Wilberto Cantón o “In memoriam” (1975) de Héctor Mendoza, y en películas como “Nocturno a Rosario” (1991), dirigida por Matilde Landeta y protagonizada por Ofelia Medina como Rosario de la Peña. También se han publicado narrativas de ficción como “Cinco balas para Manuel Acuña” (2009) de César Güemes que han buscado aproximarse al eximio poeta.
Sin embargo, “El pasado” es un trabajo asentado en investigación detallada que no escatima recursos narrativos como una voz omnisciente que nos describe los vericuetos de cada descubrimiento y, por supuesto, la propia voz de Acuña que nos introduce a sus pensamientos y su intimidad. Contiene aspectos nunca tratados en otras investigaciones, como la insólita y colorida presencia de un circo en la plaza de Santo Domingo, parte de cuyo elenco también formó parte del cortejo fúnebre de Manuel Acuña.
“El pasado” es una novela muy recomendable sobre un gran poeta mexicano que no debería perderse para las nuevas generaciones, con palabras inolvidables como aquellas que dicen:
[…] Pero ¡no!… tu misión no está acabada que ni es la nada el punto en que nacemos ni el punto en que morimos es la nada.
Círculo es la existencia y mal hacemos cuando al querer medirla le asignamos la cuna y el sepulcro por extremos.
La madre es solo el molde en que tomamos nuestra forma, la forma pasajera con que la ingrata vida atravesamos.
Pero ni es esa forma la primera que nuestro ser reviste ni tampoco será su última forma cuando muera.
“Ante un cadáver” (fragmento).
REFERENCIAS
- Palomo, Víctor (2024). El pasado. México: Grijalbo.
- Palomo, Víctor (2018). “De cafés, cantinas, restaurantes y Jesús Valdés”. En Jesús Valdés: el hombre detrás de la escena. Saltillo: Universidad Autónoma de Coahuila.
- Mendoza, Héctor (1996). “In memoriam”. Teatro para la escena. México: Ediciones El Milagro y CONACULTA.
- — (2013). “Manuel Acuña. En nombre de ese laurel”. Volumen I y II. Saltillo: Gobierno del Estado de Coahuila.
- Obras de Manuel Acuña en el portal Cervantes Virtual: https://data.cervantesvirtual.com/person/35530
- https://www.cervantesvirtual.com/obra/obras-de-manuel-acua–comprendiendo-el-drama-el-pasado/
- Los Tepetatles (1971). “Rockturno” Versión musical del “Nocturno a Rosario” con un estribillo creado por Carlos Monsiváis: Llora mi vate, llora de amor. https://www.youtube.com/watch?v=F8yWeyrmbfc
- “Acuña la película” (2013). Secretaría de Cultura. Gobierno del Estado de Coahuila. https://www.youtube.com/watch?v=QjqG6kQH3lA