Cuando tu red de apoyo te desconoce, estás atrapada en la brea más espesa.
- El giro de 180 grados
Proyectar un carácter duro, casi inquebrantable, tiene sus costos, especialmente cuando la pareja usa una máscara de bondad ante la gente que, al caer al piso por las noches, arrumbada en una esquina polvorosa de la habitación, torna el rostro en extremo angelical en uno demoniaco.
- La angustia
El falsamente compasivo y sensible hombre, forcejea con la mujer de apariencia estricta e interior inocente. Con fuerza, sin piedad, la toma de las muñecas para llevarla con jaloneos a la cama. La avienta. Se monta en ella. Con ojos diabólicos vocifera:
—¡Entiende que me perteneces! Ahora, grita que me amas.
La mujer, con el poco aliento que le queda, dice:
—No te amo. Déjame ir.
- La huida
Rodillazo entre las piernas del hombre para aprovechar ese instante de flaqueza y escapar. Ella cae al piso. Se levanta como puede, ayudada no sólo por el orgullo, sino por el miedo que se vuelve su cómplice. Coge las llaves del auto. Corre sin mirar atrás, entra a la cabina y enciende el motor. Acelera. Las lágrimas escurren sobre sus mejillas con tanta velocidad como el pedal del carro. Hace una llamada y escucha a su interlocutora:
—Hola, amiga, ¿cómo estás?
El llanto únicamente le permite decir:
—Ayúdame. El hombre de la máscara me lastimó.
—Pero, ¿qué le hiciste? Él es buena persona, no haría algo así.
La mujer cuelga. Grita de desesperación. Como balde de agua helada le cae la verdad sobre los hombros. Un portal se abre ante ella y decide huir tanto del hombre aquél como de la amiga, que también usa antifaz.
0. La salvación
Ella intenta calmarse, toma el celular y marca un número conocido. Su interlocutor contesta la llamada. Como niña en el regazo dice:
—Papá, necesito tu ayuda.