Por: Maira González Baudouin
En medio. En medio de dos puntos.
El de en medio. A la mitad.
Yo: el intermedio.
Soy, entre las puntas,
inicio y fin
de una madeja.
Estoy ahí. En el mero centro.
Desconociéndolo todo.
Parcela inexplorada, sembradío a medias.
Mías, como este par de manos, cosidas a Otro.
Uno que no sabe qué hacer con ellas.
Esta sangre que no es otra sino la mía propia,
tan impalpable:
roja, tibia y burbujeante.
Y, aun así: absolutamente irreconocible.
Tan en otros cuerpos que no son míos.
Cuerpo del cual emano yo y otro, al que he dado vida.
Esta sangre que no es otra sino la mía propia,
en otras venas:
rutas de un país extranjero.
No reconozco los muros de mi casa.
Somos tres.
Un cielo coagulado de triángulos.
La humanísima trinidad.
Los tres gajos de una trenza.
¿Quiénes son estas dos mujeres?
¿Quiénes esas desconocidas?
La génesis, la explicación, la ruptura.
El devenir, lo acaecido, mi semilla:
La que no quiero que sea yo.
La humanísima trinidad.
Mundo pobre, guarecido
Ilusiones en remate y a mayoreo
Ídolos descabezados.
Ese mundo en el que ella vivió.
¿Fue real alguna vez?
¿O todos los libros de historia mienten?
Esos mundos intemperies, volando en autopistas paralelas al Sol.
Esos mundos que tanto prometen, que yo no viviré
pero que ella recorrerá
¿Existen ya en algún lugar?
Tres. Tres puntos que se hilvanan.
Toda ella cimentada de mesura y cordura.
Yo, mujer de fuegos apagados y rota al fin.
¿Pero ella cómo será?