Amenazar para dominar es la estrategia de Donald Trump. Su posición de próximo presidente del país más poderoso del mundo le da esa posibilidad y su personalidad arrogante le facilita amedrentar a quien se le ocurra.
Sean sus países vecinos del norte y sur, sean las naciones europeas o sus enemigos de Rusia o China, para todos tiene y ofrece victorioso que Estados Unidos volverá a ser grandioso gracias a él, claro.
Burlón sostiene que impondrá aranceles de 25 por ciento a México, porque lo subsidia con 300 mil millones de dólares, y a Canadá por 100 mil millones de dólares, por lo que ofrece que se conviertan en estados más de la Unión Americana.
A Europa le exigen que cumplan con sus cuotas a la OTAN o de lo contrario, se saldrá del tratado y para China y Rusia la amenaza es superior, aranceles del 100 por ciento a sus productos.
Imposible que cumpla con todo lo que advierte, sobre todo sin dañar por igual a Estados Unidos. Sabe bien que le conviene más la comunión entre los tres países de América del Norte que facilita el T-MEC a la confrontación que sólo traerá carestía, escasez, desempleo y rompimiento de las cadenas productivas en la región y el mundo entero.
Para el 20 de enero asumirá formalmente la presidencia, pero desde ya gobierna con su punzante estilo que lo puede llevar a desabarrancar no sólo su administración sino el poderío de su nación. Las condiciones geopolíticas no le favorecen del todo, ni la ventaja económica de su potencia es lo que era hace 20 años.
Para México y su presidenta, Claudia Sheinbaum, la situación reclama prudencia, pero no sometimiento, inteligencia antes que obediencia y audacia sin caer al precipicio no es fácil, pero sí posible.
SUSURROS
La caída del régimen de Bashar al-Ásad por las acciones de los ejércitos rebeldes de orientación yihadistas anticipan que el nuevo gobierno por instalarse no se vaya ni con Melón ni con Sandia, esto es, se ubique al margen de Moscú y de Washington.
Los analistas mundiales no están claros sobre el camino que seguirá Abu Mohammad al-Jolani, líder de las milicias islamistas que controlan la mayor parte del territorio sirio. Ya sea más o menos moderado, tomaría distancia obviamente de Rusia, protector del derrocado Asad, pero igualmente lo hará de Washington.
Turquía será el país de mayor influencia en el nuevo gobierno, pero a su ver le acarreará problemas a Ankara.
Habrá que esperar para ver cómo van asentándose las cosas en Siria y su impacto en la región convulsa del Medio Oriente.
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