“De manera respetuosa”, Andrés Manuel López Obrador le pidió a Donald Trump: “Amigo, no me mande a La Chingada antes de tiempo”. Aquí en el país, aun mucho antes, sus opositores quisieron hacer lo mismo.
Hicieron hasta lo imposible porque no llegara a la Presidencia de la República. En 2006 y 2012, le impidieron llegar a Palacio Nacional. En ambas ocasiones Andrés Manuel acusó, se había cometido fraude electoral en su contra.
Supusieron que se iba a dar por vencido, pero no fue así. Peleó contras sí mismo, “…pensé, también, que sin caer en el necesariato podía yo ayudar a que se llevara a cabo la transformación, sin sentirme insustituible las circunstancias me habían colocado en un lugar”, llegó a decir.
Quienes no lo podían ver, lo describían como “un ambicioso vulgar obsesionado”. Eran afirmaciones que a decir de él: “me herían” y que no era así. Y la mejor forma de mandar el mensaje era renunciando a ser candidato”.
Sin embargo, continuó. La tercera tenía que ser “la vencida”, y entonces se retiraría de la política, sin participar en nada, para irse tranquilo a su rancho en Chiapas, y es que ya estaban tocando la puerta; el relevo generacional que reunía las condiciones para darle continuidad al proceso de transformación que él había iniciado.
Apenas tres meses de haber asumido la Presidencia de la República, el presidente nacional del PAN, Marko, el gris, Cortés, aseguraba que “López” “pretende perpetuarse en el poder, a través de las iniciativas de consulta popular y revocación de mandato”.
Aquella narrativa la repitieron hasta el cansancio con una estrategia clara, generar miedo entre la población. Ni seis meses llevaba en el gobierno, y el gris dirigente panista aseguraba: “ya está dando visos de autoritarismo, al pasar por encima de otros poderes¨.
A diario sus opositores lo acusaban de pretender seguir a “perpetuidad” al frente del gobierno: “una ´dictadura perfecta´; sin contrapesos, sin rendición de cuentas, sin oposición, sin división de poder, sin Poder Judicial; con todas las facultades para ser el único capaz de mandar en México”, repetían uno y otros.
Un montón de mentiras se tejieron alrededor de una narrativa que calcularon iba a ser exitosa. Se alarmaba que México no sólo iba a ser Venezuela; también que López Obrador buscaba eternizarse en el poder Ejecutivo como Nicolás Maduro.
Las fake news fueron un instrumento muy usado para generar esa idea: “¡Atención! En su gira por Guerrero, López Obrador se sincera y propone, sin tapujos, la idea de reelegirse”. En un vídeo de 48 segundos, se aseguraba que se preparaba una reforma a la Constitución para ampliar su mandato.
Aquel vídeo manipulado se hizo viral. Fue “un montaje fabricado a partir de varios fragmentos de la intervención real del presidente en un acto en Tlapa de Comonfort, Guerrero. En su intervención original, López Obrador señala que reformar la Constitución para que pueda ser reelegido iría ´en contra de sus principios´ y sería una ´traición´”.
Todavía aún hoy, esa narrativa sigue latente, cuando se afirma que López Obrador va a seguir gobernando a través de la virtual presidenta electa Claudia Sheinbaum, una afirmación que ella acusó como una “narrativa sexista”.
Desde luego que muchas fueron las contradicciones que en estos seis años tuvo el presidente de México; aspectos que no se le pueden aplaudir; que deja muchas cosas pendientes; pero una cosa es cierta, inició un proceso de transformación y le cumplió a la población, por eso Claudia Sheinbaum ganó con casi 36 millones de votos.
Lástima por ellos y ellas, nomás no pudieron, por adelantado, mandarlo, a su rancho, a La Chingada. Los volvió a derrotar.
Que no le cuenten…
Hace cuatro años, los Juegos Olímpicos de Tokio no se pudieron celebrar en aquel 2020. La pandemia no lo permitió. Fue hasta el 201 que se llevaron a cabo. Hermosa, singular ha sido la inauguración de los juegos París 2024. El Río Sena y la Torre Eiffel, el grandioso escenario.