El panorama económico en Argentina se ve afectado por medidas drásticas anunciadas por Javier Milei, lo que augura un aumento significativo en el costo de la canasta básica y, por ende, de la vida.
Bajo la premisa de una “terapia de shock”, se dio paso a una devaluación del peso argentino del 118%, despidos en el sector público, la suspensión de obras de infraestructura, recortes en los subsidios al transporte y energía, además de reducciones en las pensiones y apoyos sociales.
Estas acciones tienen el potencial de impactar considerablemente en la vida cotidiana de la población, generando preocupación por el encarecimiento de productos esenciales y la estabilidad financiera de los ciudadanos.
Pero el gobierno de Milei fue más allá, además advirtió sobre represalias hacia la protesta social. Esta postura implica que, si los argentinos expresan su descontento por los elevados precios de alimentos y combustibles, consecuencia directa de esta crisis “planificada”, la policía estaría autorizada a detener a los manifestantes.
Es una auténtica barbaridad. No hay rastro alguno de libertad en esta situación. Es frustrante ver cómo se restringen los derechos ciudadanos y se limita la posibilidad de expresar legítimas preocupaciones en un contexto de crisis generada por decisiones gubernamentales.
¡La libertad al carajo!
Durante el sexenio de Ernesto Zedillo, en México, experimentamos una situación similar. En ese periodo, el gobierno optó por rescatar a los empresarios mediante medidas que hoy en día recibirían elogios por parte del Fondo Monetario Internacional, tal como está sucediendo actualmente en Argentina.
Esas decisiones sumieron a la población mexicana en una crisis tan profunda que apenas estamos viendo señales de recuperación, casi 30 años después. Fueron años en los que se adoptó una política neoliberal que exacerbó la brecha entre aquellos que siempre han tenido más, ese uno por ciento que se atribuyó la propiedad de un país que no les pertenece. Esta política agudizó las desigualdades y dejó las cicatrices profundas en la estructura económica y social de México.
Las políticas económicas adoptadas por Javier Milei evocan en el pueblo argentino lo que Carlos Menem implementó durante sus diez años de mandato. Aquella década significó una política económica que dejó una profunda huella en varias generaciones y cuyos efectos perduran hasta el día de hoy.
Carlos Menem ascendió a la Casa Rosada en 1989 con la promesa de una revolución productiva en medio de una hiperinflación descontrolada que puso fin al sueño alfonsinista.
Al dejar el poder en 1999, el escenario mostraba una economía estancada y una explosiva crisis de deuda y trabajo. El legado económico de la década de Menem se caracterizó por el aumento drástico y la consolidación de la pobreza estructural, el incremento del desempleo y de la deuda externa, así como la concentración de la riqueza en ciertos sectores.
¿Es eso lo que celebraron y elogiaron tanto Xóchitl Gálvez como sus colegas de la derecha mexicana cuando Javier Milei triunfó en las elecciones en Argentina?
Nos enfrentamos a un riesgo significativo cuando surgen figuras carismáticas forjadas a través de discursos mediáticos que exaltan una imagen fabricada, con la intención de persuadir a la gente de que el personaje en cuestión es distinto, que no sigue las directrices políticas de los grupos de poder que lo respaldan y dirigen.
Esta construcción de una semblanza inventada genera un peligroso desvío entre la percepción pública y la realidad detrás de esos líderes emergentes.
Javier Milei ganó legítimamente a través de un proceso democrático. Durante su campaña, se presentó como un anarquista libertario, distanciándose de la etiqueta de derecha. Sin embargo, ahora salió a la luz su verdadero perfil: un economista neoliberal cuyas acciones parecen no tener en cuenta el bienestar de su pueblo.