Un cuestionamiento que me sugiere el estupendo poemario “Alejandra”, de Mauricio Coronel Guzmán, se refiere a la utilidad de la poesía. En el poema titulado “Tuit quebradizo”, el autor esgrime la idea de que un poema “no sirve de nada”. Eso se debe a que el verso puede ser resbaladizo, escaparse de la apropiación, “se ríe de sí mismo” o se desvanece de la memoria tan pronto pasamos la página… Y es que la vida cotidiana muchas veces carece de inspiración poética: de poco valen las palabras ante la crueldad, la depredación y la incertidumbre del mundo actual.
Pero es la poesía el medio que Mauricio, periodista y promotor cultural, utiliza para involucrarnos con sus preocupaciones y sentimientos. El texto recupera así la relevancia de la inspiración para transformar la hegemonía de la realidad en corriente de conciencia.
“¿Cuándo se extraviaron los humanos? ¿Cómo es que el egoísmo sostiene una sonrisa de esfinge? Cual zombis vamos al centro comercial a exhibir nuestras miserias. Compro, gasto, desfogue mecánico, articulación perpendicular, lágrimas de cocodrilo. Los árboles son los únicos que saben su lugar, su tragedia es coexistir con humanos” (p.30).
A “Alejandra” le interesa también explorar los instintos, aquellos más enraizados y profundos de la especie humana –ese mamífero, bípedo y depredador que somos. El instinto filial da sentido al título: Alejandra, la mamá de Mauricio, es su iluminación primordial, la vuelta al origen, el regreso al hogar. Algunos de los poemas más introspectivos y cargados de emociones son los que se despliegan como si fueran conversaciones casuales con su Ma.
“Siempre a contracorriente la higuera del destino es una esperanza fugaz. La tarde púrpura intraducible asoma desde tu ventana. El acento de los años es implacable, sin embargo, tu tiempo sigue siendo nuestro tiempo. Madre previsora, guardas una sonrisa abierta de otros días frente a los años infaustos. Tus temblorosas manos no se doblegan” (p.10).
En “Alejandra” me encuentro con la irrupción de la tecnología en la rutina diaria, con el horror que vivimos en pandemia, con el refugio seguro de la amistad, con la importancia de la naturaleza –de los árboles y de los gatos. Pero especialmente me enfrento a un espejo de mí mismo: yo, el que también tuvo a su madre como un baluarte familiar, el que la hizo enojar, el que huyó de la casa, el que sufrió con sus enfermedades como si fueran propias, el que se jugaría el destino por evitar su muerte… el Edipo que no se avergüenza de confesar sus mayores afectos: erigir a su mamá como la mujer de su vida.
No se pierdan “Alejandra”, opúsculo poético reconcentrado de emociones y texturas. Y revalorar a Mauricio Coronel Guzmán más allá del periodismo y la labor cultural como una voz poética esencial de hoy.
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