Mezcla de inconsciencia y buena suerte – así describe Ray Loriga su exitosa entrada a la literatura con tan solo 23 añitos de edad que tenía al publicarse su primera novela “Lo peor de todo” en 1993, seguida por “Héroes” en 1993 y “Caídos del cielo” en 1998, la cual también fue la primera de sus obras que nació dos veces al ser adaptada a la pantalla grande como película.
Loriga en poco tiempo comenzó a acaparar la escena literaria tanto en su natal España como en otros lares, a menudo se le comparaba con un verdadero rockstar (lentes obscuros y tatuajes incluidos), el enfant terrible del realismo sucio español.
Con tan solo 30 años, Loriga trabajaba ya como guionista -de quien es tan amado como vilipendiado: el cineasta Pedro Almodóvar en Carne Trémula- y a la par espantaba a críticos y académicos como uno espanta a las moscas con el fijo propósito de no ser tildado como “representante de los escritores de la “generación X”. A Loriga los encasillamientos, definiciones y ataduras le sacan ronchas.
Debo admitir que yo no lo había leído. Me lo recomendó mi asesor de tesis de maestría -misma que está en las últimas correcciones, mismo estado que ha guardado los últimos 8 años-, esperemos que este 2022 “sí sea su año”.
No sé si sea el libro o sea el autor…. Habrá que leer más a Loriga, pero este libro me ha sacudido como hace mucho no lo hacía ninguno. No es lo rebuscado de la trama – que más sencilla no podría ser- ni lo poético de su narración… que en efecto lo es. Ya sólo habla de amor es uno de esos libros que te recuerdan por qué amas la literatura y por qué te llama tanto la atención el oficio de escribir.
Este libro está plagado de frases que quieres subrayar por el perfecto fraseo -que no se queda en eso sino trasciende a lo narrativo-, es decir fondo y forma viajan a la par y son ambas perfectas. Apenas has sido avasallado con una de estas frases, cuando como saltas olas en la mar…. Ya viene otra probablemente aún más contundente y poderosa.
Por supuesto que no son las frases las que hacen la lectura de este libro un verdadero placer, sino lo es todo, la fluidez con la que se lee, lo sencillo y controlado de su atmósfera, los personajes adyacentes aquí y allá como breves pero perfectas pinceladas sino, claro, Sebastián, el personaje central que lo mismo da tanta lástima como una buena dosis de coraje, a veces un tanto de ternura, algo de risa … y hasta pena ajena.
Esta novela corta trata de Sebastián, un hombre entrado en años, escritor en constante tensión con lo que es la ficción lo cual en sí ya constituye un problema, quien ha perdido al amor de su vida, pero es precisamente por ello que se aferra al concepto de amor con uñas y dientes.
“Sebastián no es muy feliz, hay un poema de Blake que le inquieta, pero a veces al mediodía, se siente extrañamente alegre y sonríe sin motivo, como si no tuviera muchas preocupaciones, y es cierto que sólo habla de amor, pero no se ha vuelto loco. ¡De qué otra cosa podría hablar!”
A Sebastián lo ha derrotado la vida, él es el primero en saberlo y acatarlo. Es casi como si quisiera presumir esa penosa situación en la que vive, como si de una forma extraña lo hiciera digno de los más grandes honores:
“Tan orgulloso estaba él de su hundimiento, que no soportaba la idea de que viniera alguien, un completo desconocido, a ponerle a flote con una frase de buhonero”.
Sebastián es un escritor que ya no escribe, un obstinado que busca el amor a su camino y con toda la intención de no encontrarlo, un hombre que asiste a un baile sin querer y sin saber bailar.
Su mujer lo ha dejado, sus amigos lo ignoran o en el mejor de los casos le dicen que haga un esfuerzo por mejorar el ánimo que resulta ya cansado. Dedica tiempo y esfuerzos a retraducir versos de Blake, tarea que nadie le ha encomendado y por la cual no recibirá paga alguna. Para intentar sobrevivir –“(…) había decidido dejar de remar, aun a sabiendas que no se puede dejar de remar para siempre.” – Sebastián se ha inventado a un alter ego que aglutina todo lo que el no ha sido ni nunca será: un guapo jugador de polo argentino, Ramón Alaya, celebridad en sociedad, un galán que se sabe conducir en cualquier círculo, con tremenda seguridad y ante quien, las mujeres jamás dudan.
Además del relato de Sebastián, esta breve novela es un gran pretexto para hablar de la ficción en la literatura… tomando como lienzo el amor, es una reflexión que se va desdoblando a lo largo de la historia: como ambos elementos se relacionan y se “contaminan”, al transgredirse constante y continuamente.
“No leas tanto, le decían desde niño, y no hizo caso, y así le ha ido. La ficción puede muy bien instalarse en el alma de un hombre hasta destruirla”.
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“Es bien sabido que el último en abandonar la fiesta es siempre el intruso.”
Por eso de esta fiesta, yo ya me voy.