La prostitución protegida
en Sullivan
La prostitución en la calle de Sullivan está ligada actualmente con la trata y explotación sexual. Los defensores de derechos humanos han hecho desde hace varios años las denuncias en contra de estas prácticas que se realizan en todo el país.
La mayoría de las mujeres que sufren de explotación sexual proceden de otros estados como Baja California, Chiapas, Chihuahua, Guerrero, Oaxaca, Tlaxcala y Quintana Roo.
Alejandra Gil llegó a controlar algunas de las esquinas más “productivas” de Sullivan y tuvo a decenas de mujeres trabajando en condiciones de esclavitud bajo la fachada de una organización civil fantasma dedicada “a promover los derechos de sexoservidoras”.
De acuerdo con una investigación de la Comisión Unidos contra la Trata (CUT), el imperio callejero de Gil, actualmente presa, en Sullivan se consolidó con base en una serie de negociaciones con otras organizaciones criminales con las que acordó repartirse la calle más tristemente célebre de la Ciudad de México.
La investigación dio pie a la creación del primer mapa de la trata de personas en Sullivan, un esfuerzo con el que se busca identificar a las organizaciones que controlan los distintos puntos de una calle donde a diario más de 150 mujeres son ofertadas como objetos
Sullivan ha sido seccionada en una y varias negociaciones subterráneas a lo largo de los últimos años entre padrotes y madams que han trazado esferas de influencia, repartiéndose diferentes “zonas productivas” de la avenida. Los más grandes imperios callejeros de Sullivan operan hacia el este de la calle. En la esquina con Melchor Ocampo, en la margen sur, se encuentra el territorio de la “Asociación en Apoyo Pro Servidores” (Aproase), agrupación fachada liderada por Alejandra Gil, la principal madama de la zona, quien hasta antes de su detención tenía bajo su mando a entre 30 y 40 mujeres.
En la margen norte, justo enfrente, se encuentra el territorio de Tania, una madam con control de ocho mujeres. Su puesto de mando móvil es un Grand Marquis con vidrios polarizados y placas del Estado de México, frente al cual, a unos pasos, yace el feudo de Eduardo Mercado, hijo de un ex luchador y cuyo grupo oscila entre 10 y 20 mujeres. Su base: una Hummer naranja.
Pero esos reinos menores en comparación al de Reynaldo Esquivel. Éste controla la esquina más comercializable y en la que se aglutina el mayor tráfico vehicular: se trata del cruce con Manuel María Contreras, “adquirido” tras el asesinato de doña Soledad, una madama local, en 2007. Ahí trabajan de 50 a 60 mujeres todas las noches. La ganancia estimada ronda los 700 mil pesos en un día ajetreado.
Aunque Esquivel está detenido en una prisión de máxima seguridad desde 2012 —se le acusa del homicidio e incineración de una mujer a la que explotaba sexualmente— las autoridades federales sospechan que aún mantiene un control indirecto en la zona, en la que logró establecer “redes de abastecimiento” por medio de una rotación permanente de mujeres en condición de prostitución desde La Merced y con la asistencia de organizaciones criminales asentadas en Tenancingo, Tlaxcala.
Entre algunos de sus “proveedores”, la Policía Federal ha detectado a los clanes de los Guzmán Flores y los Flores Torres, dos de las principales y más violentas familias de padrotes tlaxcaltecas.