La senda del nahual,
conocer nuestro interior
El universo entero es energía, percibir esa energía es percibir la naturaleza intrínseca de todo. La base social de la percepción es la certeza física de que el mundo está compuesto de objetos concretos, y ajustamos nuestra percepción a un molde. Este molde pierde su poder cuando nos damos cuenta de que lo hemos tomado como herencia sin tomarnos la molestia de examinarlo.
Una vez roto el sello, el guerrero nunca vuelve a ser el mismo, tiene ya dominio de su totalidad.
La mitad derecha es el centro máximo de la razón, el tonal, el hombre exterior, mientras que la mitad izquierda es el centro máximo de la voluntad, el nahual, el hombre interior.
Las alas de la percepción, pueden llevarnos a los más recónditos confines del nahual o a los más inconcebibles mundos del tonal.
Todo ser humano, al nacer tiene dos partes, una tonal y una nahual.
El nahual es la parte de nosotros mismos con la cual nunca tratamos, para la cual no hay nombre, ni sensaciones, ni sentimientos, ni conocimiento.
El nahual está al servicio del guerrero, puede ser visto, pero no puede hablarse de él. El nahual está allí alrededor de la isla, allí donde el poder se cierne.
No se puede poner palabras a lo que está más allá de la isla... simplemente es el Nahual.
Cuando el Nahual aparece es cuando valoramos lo que somos.
En tanto que el Nahual sólo puede ser captado por el ojo del brujo, el tonal se aprende por los sentidos. Sin embargo, tanto el tonal como el Nahual, están presentes siempre y en todas las cosas. “Ver” es percibir el nahual en todas las cosas y “mirar” es contemplar el tonal presente en todo.
Así, si un guerrero contempla el mundo como ser humano, está mirando, pero si lo hace como brujo, está “viendo”, y lo que ve es el nahual. El tonal y el nahual son dos mundos diferentes, en uno se habla, en el otro se actúa.