Herencia luctuosa.- Hace ya cuatro años que 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecieron en la triste noche de Iguala, miles de fojas de investigación, millones de palabras en la prensa y múltiples horas en la radio, televisión, han sido inútiles para esclarecer los hechos.
El Presidente Peña Nieto nada pudo hacer para investigar fehacientemente y revelar la verdad de los hechos del 26 de septiembre de 1914, con lo que deja una herencia luctuosa a su sucesor Andrés Manuel López Obrador.
El mismo día del aniversario y ante los padres de los 43 desaparecidos, casi seguramente asesinados, el presidente electo anuncia la creación a partir de diciembre de una comisión investigadora especial para encontrar la verdad de los hechos y hacer justicia.
Objetivo necesario pero no fácil, aquella noche en Iguala tuvieron oscura participación instituciones locales, estatales y federales; el Ejercito Mexicano mismo tuvo una dudosa actuación y posiblemente culposa.
Quizá por ello López Obrador advierte que saber la verdad no afectará a las instituciones sino por el contrario las fortalecerá, cuando “todos sepamos donde están los jóvenes y se castigue a los responsables”.
El compromiso reiterado por el tabasqueño fue el de no fallarle a los padres de los jóvenes desaparecidos, para ello no hará uso de la secretaría de Gobernación, aunque sí, el principal responsable será Alejandro Encinas, anticipado como subsecretario de Derechos Humanos de la dependencia.
Se ofreció abrir la investigación a todos los organismos internacionales de defensa de los derechos humanos de la ONU y la OEA para que aporten su experiencia y conocimiento, como lo hiciera ya el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) que descalificara la “verdad histórica” del entonces procurador Jesús Murillo Karam.
Tendrá que llegarse a la verdad en breve, no pueden pasar otros cuatro años o se habrá fracasado en el compromiso, pero igualmente deberá haber justicia, esto es castigo a los culpables.
SUSURROS
Y para seguir con las malas herencias, en materia económica los números con los que el régimen peñista terminará son cada día menos positivos, el crecimiento esperado para 2018 se pronostica a la baja por todos los analistas y algunos lo sitúan en apenas 1.8 por ciento, el más bajo del sexenio, con negativas expectativas para el 2019.
La inflación se mantiene cercana al cinco por ciento, la deuda externa en el orden del 46 por ciento sobre el Producto Interno Bruto (PIB), las tasas de interés al alza por arriba del 7.25 por ciento anual y la paridad cambiaria no cede de los 19 pesos por dólar, lo que representa una devaluación cercana al 50 por ciento en el sexenio.
Las expectativas tampoco son muy alentadoras: incertidumbre por la firma del TLCAN, amenaza de guerra comercial por Estados Unidos, contracción en la inversión externa e interna, disminución en la exportación de manufacturera y un arranque del ejercicio presupuestal 2019 que se antoja lento por el cambio de gobierno.
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